Un día estás en tu trabajo y en el ejercicio del mismo descubres algo que te hace mucho más sentido. Y renuncias. Y dedicas tu vida a desentrañar y encantar a las personas con los tesoros de sus propios territorios. Naturales, artísticos y humanos. Para eso hay que ser valiente. Esta conversación es una invitación a que todos seamos un poco menos cobardes y un poco más como Ximena.
Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.
Escucho la grabación de la entrevista con Ximena y vuelven a mí las gaviotas, la brisa del mar, los gallos y gallinas, los saludos de todas las personas de la caleta y las manos de su hija Antonia, que llega una y otra vez de sus expediciones por las rocas trayéndome tesoros como esponjas de mar, caracoles y hasta tréboles silvestres comestibles, con cuyo sabor me deleité por primera vez.
Esta entrevista se hizo donde todo terminó para volver a comenzar: la Caleta Perone. Sí, como su apellido. Ahí llegaron sus bisabuelos a inicios del siglo XX, ahí está el campo de su padre, y ahí jugó todos sus veranos a ser reportera, como prueban algunos videos caseros.
Ximena es periodista y se dedicó mucho tiempo a la televisión. Dieciséis años, exactamente. “Ahí viví experiencias muy enriquecedoras, como por ejemplo, formar el primer centro regional de canal 13 en Temuco, un trabajo muy cercano al conflicto chileno-mapuche”. Luego estudió un máster en Cultura Visual en Barcelona y también trabajó allá como periodista, editora y conductora de noticias.
En eso estaba cuando, en 2011, la contactaron de TVN Red Biobío, donde estuvo casi por cinco años como conductora de noticias. Y fue justamente en esas labores cuando, en 2015, fue con Rodolfo Guzmán, dueño del reconocido restorán Boragó, número uno de Chile y veintisiete del mundo, a la Caleta Chome, en busca de la despensa silvestre de Chile. Y algo en Ximena hizo clic.
CHALTUMAY
Fue ese el momento en que Ximena decidió renunciar a su trabajo como periodista de televisión para dedicarse a un nuevo proyecto: Chaltumay (gracias, en mapundungun). Consiste en una red de recolectores de la zona que abastece a distintos restoranes de Chile, con base en principios como el comercio justo, el respeto a la naturaleza, la identidad territorial y gastronómica.
¿Qué es la cocina silvestre?
Es la conexión con nuestros ancestros. El ser humano, desde su origen, es recolector. Cuando comemos algo silvestre nos estamos conectando con esa parte muy primaria que tenemos dentro, y además es una cocina muy saludable porque en los lugares donde encontramos alimentos silvestres hay muy poca contaminación y también responde a una cocina muy medicinal.
¿Dónde opera Chaltumay?
La red de recolectores está presentes de cordillera a mar, en Ñuble, Nahuelbuta y el sector costero del Biobío, pero nace fuertemente en la Caleta Perone por el vínculo que tengo con este lugar, y mi relación con las personas, los pescadores y las orilleras. Es aquí donde hicimos nuestra primera huerta halófita —de hábitat salado— que es de tetragonia, una especie endémica de Nueva Zelandia y Chile. Además, aquí tiene un fuerte componente social; la idea es no solo conseguir el producto, sino también vincularlo con las personas que viven en el territorio y que ellos se apropien de él. Me interesa que puedan comercializarlo independiente de Chaltumay, si alguien llega acá a comprarlo, por ejemplo.
¿Cómo se comercializa?
Para un cocinero que está en Santiago y que quiere cocinar con un tipo de alga o una uva de cordillera, como el lleuque, es muy difícil tener acceso a esos productos. Lo que hacemos es acercar esa despensa silvestre a los comensales.
¿Con qué restoranes trabajan?
Principalmente con Boragó, que es el más antiguo y son los que comenzaron con esto de la despensa silvestre en Chile. Se han sumado otros en Santiago, como el Europeo, De Patio, Boa, Sierra Restaurante, Pulpería Santa Elvira. Y lo mejor es que en Concepción se han atrevido también con esto, como Entre gredas y sartenes, o el Jazz. Eso es interesante porque no tenemos una oferta gastronómica tan amplia, pero sí va en el camino de renovar y de mostrar lo que tenemos en nuestro territorio.
EL CACTUS DE FRIDA
Pero el patrimonio natural culinario de nuestro territorio no es lo único que Ximena Perone rescata. También encabeza la Fundación Gregorio de la Fuente, que se encarga de poner en valor su obra y figura. “Él fue el primer artista chileno que ganó un concurso para pintar un mural en un edificio público. Se trata del mural de la exestación de ferrocarriles que hoy es el actual Salón Mural Gregorio de la Fuente de la Intendencia, de 280 mt2, con el que se convierte en el padre del muralismo en Chile. Además utiliza una técnica muy antigua, la del fresco”.
Todo comenzó por un amigo en común de Ximena con uno de los hijos de De la Fuente, quien organizó una exitosa exposición de los bocetos del mural. Ese hito, se sumó al momento en que la expansión inmobiliaria de Macul los movilizó para rescatar toda la obra que tenía Gregorio de la Fuente en su casa/taller, ubicada en esa comuna, que iban a derribar, derivando en la creación de esta fundación. “Y yo, que tengo un fuerte vínculo con mi ciudad y que soy muy penquista dije: todo lo que está allí se tiene que venir a Concepción, y la familia, de forma muy generosa, accedió a donar todo, pero aún nadie se hace cargo de esto, las autoridades no han recibido este regalo”.
Otro tesoro encontrado en la casa de Macul tiene un origen muy impresionante: cuenta Ximena que “después de pintar el mural, Gregorio de la Fuente viajó México a la casa de Frida Kahlo, estuvo con Diego Rivera, y desde ahí se trajo un pequeño cactus en una cajita de fósforo. Lo plantó afuera de su taller y el cactus creció de tal forma que tenía más de setenta brazos y medía más de siete metros. Ese era el cactus de Frida”.
¿En qué está actualmente la fundación?
Ha caminado lento, pero a paso firme. Firmamos un convenio con la Casa del Arte que se va a hacer cargo de muchos de los bocetos para restaurarlos. Por otro lado, montamos una exposición de un mes y tenemos programada otra, se donó la última obra inconclusa a la colección estable de la Pinacoteca. Asimismo, con el Gobierno Regional hemos tenido buena acogida en las gestiones para que el mural tenga el sentido que este tipo de arte debería tener, que es que el pueblo lo vea y que se identifique con lo que hay ahí, con un mensaje político, la denuncia, la historia, y ese está bastante oculto. Antes era el mural de la estación, por lo que pasaba bastante gente por ahí pero hoy no, entonces el Gore ha entendido esto y estamos en conversaciones para que se pueda disfrutar de ese patrimonio que tenemos en Concepción.
¿Consideras importante el muralismo en nuestra ciudad?
Absolutamente. Como ciudad tenemos un lugar bien ganado en el contexto latinoamericano. Nemesio Antúnez decía que Concepción es la reina de los murales en Chile. Está la figura de Julio Escámez, de quien poco y nada sabemos acá, pero que en Costa Rica el mismo gobierno ha levantado un museo en su casa taller, sus obras están en las universidades, y en Concepción tenemos el mural de la exfarmacia Maluje, que está bastante deteriorado y en peligro porque hay construcciones aledañas. Hay otros como Brito, Robles, y creemos que a través de la fundación podemos funcionar como paraguas para potenciar esa historia que tenemos con los artistas muralistas de esta ciudad.
¿Qué otras actividades han realizado como fundación?
Tenemos un proyecto de educación mural en el Colegio Santa Luisa de Lorenzo Arenas. Seleccionamos treinta niños con sensibilidad por el arte y los llevamos a hacer rutas por la ciudad, para luego tener jornadas de taller dirigidas por la hija de Gregorio de la Fuente, María Alma, donde pudieron crear una idea de mural para pintarlo en el muro del patio de su colegio. La idea es extenderlo a más establecimientos, para que los niños sepan que viven en una ciudad que es la reina de los murales.
¿Cómo te ves en cinco años más?
Te digo como me veo en un año más incluso: viviendo en la caleta, frente al mar. Vinculándome con la naturaleza como lo he hecho hasta ahora, pero de una forma más intensa. Con mis hijos viviendo aquí, cocinando aquí. Tengo muchas ganas de que la gente pueda disfrutar acá también de los productos silvestres. Este es el mejor lugar del mundo. Lo tengo muy claro desde hace mucho tiempo.
“Cuando comemos algo silvestre nos estamos conectando con esa parte muy primaria que tenemos dentro. Es la conexión con nuestros ancestros”.
“A través de la fundación Gregorio de la Fuente podemos funcionar como paraguas para potenciar esa historia que tenemos con los artistas muralistas de esta ciudad”.