Alejandra Araya Hernández, gestora cultural: “Vivo por el arte”

Su formación en la gestión de la cultura y las artes se lo debe a la imagen potente de su madre y de su abuela. Un matriarcado que la marcó desde pequeña y que la ha mantenido por más de veinticinco años, creando, articulando y promoviendo una serie de proyectos e iniciativas. Esta fundadora de la Galería Chile Arte en Coquimbo, acreedora del Premio DIRAC, madre de tres hijos y amante de la cocina, afirma que la gestión cultural es su misión y con más ahínco recalca “no vivo del arte, sino por el arte”.

Por Verónica Ramos B. / Fotografía: Francisco Díaz U.

Antes de que el tsunami del 2015 arrasara con gran parte de las instalaciones de la zona costera del puerto de Coquimbo, la reconocida fotógrafa y artista visual, Zaida González, se preparaba para exponer una de sus últimas realizaciones en la Galería Chile Arte. El desastre fue tal que este espacio cultural independiente, ubicado a un costado de la Plaza Vicuña Mackenna, en el sector del Barrio Inglés, fue destruido por la arrolladora e implacable fuerza del agua.

Después de tres años, la muestra que había quedado pendiente se convirtió en la protagonista de la reapertura de esta galería en materia de exposiciones, pues su fundadora y gestora cultural, Alejandra Araya (55), comenta con orgullo que logró reponerse ante la catástrofe natural y hoy, entre sus amplios y blancos muros, el arte visual vuelve a dar vida a este simbólico espacio del puerto con El Juicio Final, Tarot Trans.

“Mientras se realizaba el proceso de reconstrucción de la galería, me dediqué a hacer residencias artísticas y, en el 2017, trabajé integrando a la comunidad a través de grupos de teatro y danza contemporánea. Aquí las llaves son compartidas, este es el nuevo concepto que tiene este espacio”, comenta Alejandra, y agrega que la Galería Chile Arte existe desde el 2004 y que nace al alero del proceso de remodelación del Barrio Inglés.

“En 1920, esta casa era el edificio del Banco Sudamericano y más tarde fue la bóveda del Banco Estado. Cuando se inició el concepto del Barrio Inglés, se utilizaba como bodega municipal y, desde el 2004, tengo el comodato del municipio de Coquimbo. Toda la implementación de esta galería la hice yo, orientada a la promoción, exhibición y circulación del arte contemporáneo local, nacional e internacional y, en el último tiempo, hice algunos cambios para que sea un espacio multidisciplinario, y así cubrir las diversas áreas del arte. En definitiva, lo que hago es autogestión, trabajo mucho en terreno, articulo redes y en esta labor ya llevo más de veinticinco años”, recalca Alejandra.

¿Y cómo nace este vínculo con la gestión cultural?
Vengo de un núcleo familiar muy pequeño, de un matriarcado. Mi madre, Norma Hernández, fue una gran líder y activista política y social de la Provincia del Limarí. Y mi abuela, Adela Videla, prima hermana de un expresidente de la república, también fue una mujer muy potente en esos ámbitos. Me crié dentro de esa dinámica y para mí era cotidiano trabajar desde lo social y lo comunitario en el mundo de la ruralidad. Nací en Ovalle, he vivido en varios lugares, pero el norte es mi norte y donde he estado me he vinculado con las personas de esos territorios.

Pudiste optar por la política, sin embargo, elegiste el mundo del arte y la cultura
Es que el arte es política y es la herramienta más potente para hacer las transformaciones que se requieren y en todos los ámbitos; desde esa convicción siempre me mantuve al margen de lo partidista. Fui dirigente de las juventudes campesinas de la Provincia del Limarí y desde ahí partí a Inca de Oro, donde armamos una agrupación cultural y trabajé con el sindicato de pirquineros. Después me fui a Diego de Almagro y fui directora comunal de Integra, donde me desempeñé casi por dos años ad honorem. Mi trabajo siempre ha fluido de manera natural, la verdad es que nunca me lo planteé o me lo cuestioné. Crecí sin un padre al lado y casi como un gesto de sobrevivencia decidí ser feliz, de manera que no busco nada, se produce la magia y las cosas llegan solas. El arte es parte de esto.

¿Sientes que esas fortalezas te han permitido trabajar en un oficio poco común y que, además, no resulta fácil realizar en este país?
Absolutamente. Mi experiencia de vida me ha permitido, además, mantenerme. El arte es mi militancia y desde esta otra trinchera sigo trabajando con la misma pasión y con el objetivo de aportar y contribuir a la comunidad. La gestión cultural es un compromiso y la siento como mi misión. En octubre, participé como anfitriona en el Quinto Encuentro Nacional de Mujeres Trabajadoras de las Culturas y las Artes, en Coquimbo, y fue muy revitalizante sentir las nuevas energías que confluyen y se aúnan entre las gestoras a nivel latinoamericano y mundial.

Un encuentro que visibiliza, además, la realidad de las mujeres que trabajan en cultura, por ejemplo, sus bajos ingresos
Y esto claramente es una realidad transversal, como muchas otras. Ahora, esta instancia colaborativa de la Red de Gestoras nos permite mirarnos y escucharnos en un diálogo abierto y honesto. Tenemos claro quiénes somos, cuál es nuestra misión, pero queremos trabajar desde los contextos reales de cada territorio. Me preocupa que las políticas locales no estén tan vinculadas con nuestro quehacer. Lo importante es que los gestores, los artistas y las mujeres trabajadoras del arte y la cultura nos estamos organizando para poner en evidencia la precarización de nuestra labor y las malas prácticas que existen en el quehacer cultural, de manera que esto es un muy buen indicio.

¿Vamos avanzando, entonces?
Nos falta mucho, pero se avanza y de eso me siento responsable en cuanto a impulsar el cambio. Las políticas culturales deben ser participativas, no a puertas cerradas, y algo sucede con las convocatorias porque son muy bajas. A propósito de esto, estamos desarrollando un circuito cultural del Barrio Inglés. Queremos revitalizarlo para devolverle el espíritu original y varios locatarios estamos agrupados porque somos los únicos que podemos salvarle la vida.

¿Cuál sería el mejor escenario de cambio para poner a la cultura y las artes en el sitial que se merece?
No creo ser la indicada para decirlo, pero desde esta vereda quiero seguir vinculándome, creando y gestando ideas con la comunidad y con el territorio. En mi caso, no tengo formación académica al respecto, pese a que hice un diplomado en Gestión Territorial en la UCN. Vengo desde la praxis y desde ahí circula mi construcción de la realidad, actúo y milito. No tengo más pretensiones y eso me permite estar en todos los escenarios.

¿Y se puede vivir de esto?
No vivo del arte… vivo por el arte y eso es lo relevante para mí.

 ESTRECHANDO LAZOS

En el 2015, Alejandra viaja a México y establece un convenio de colaboración cultural y de intercambio con los maestros oaxaqueños del arte popular, con museos y con diversas organizaciones culturales. Luego de esta provechosa visita, en el 2016 se convierte en la primera gestora cultural de regiones que gana un concurso de la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores, a través del Proyecto Internacional de Colaboración Cultural Chile-México.

¿Cómo fue esta experiencia?
Increíble. Trabajamos de manera articulada con la Feria Internacional del Libro de Oaxaca y junto a una serie de artistas y curadores nacionales, presentamos una exposición de fotografía chilena contemporánea. En el 2017, ratificamos este compromiso entre La Casa de las Artesanías de Oaxaca y la Galería Chile Arte, con el objetivo de generar acciones y programas de intercambio, residencias, formación, talleres y exposiciones con creadores, artesanos y artistas. Este año, presentamos en el Museo Nacional de Bellas Artes, la obra Antología de Ludwig Zeller, artista chileno de prestigio internacional que vive en Oaxaca y, ahora, estoy trabajando como productora de la cantante y compositora oaxaqueña, Ana Díaz, quien realizará una gira en nuestro país, en el 2019.

¿Qué otras acciones se suman a tu gestión internacional?
Establecimos un Convenio de Colaboración Cultural con Francia, a través del Centro Social y Cultural de Angoulême y el objetivo es realizar intercambios culturales multidisciplinarios. Esta gestión es fundamental por la trascendencia de las propuestas que permiten circular e internacionalizar el trabajo artístico, generando acciones y programas para compartir experiencias, intercambiar conocimientos y estrechar lazos.

¿Queda tiempo para  desarrollar alguna disciplina artística?
Hace veinte años me dedico a hacer artesanía con la técnica termofusión, que consiste en trabajar el vidrio fundido pigmentado con óxidos y minerales, pero debo destacar que mi pasión es la cocina, lo que sin duda es un arte. Aprendí a cocinar a los seis años y con orgullo puedo decir que las mejores cazuelas y ceviches son los míos. Todos los platos son mi especialidad y a donde vaya siempre me adueño de la cocina. Aquí hago catarsis, me encanta.

¿Y en el ámbito de gestión local, cuáles son tus proyectos?
Hace un tiempo comencé a trabajar en la reconstrucción de la casa de la Hacienda Lourdes, al interior de Ovalle, lugar donde me crié junto a mi madre y donde ella se reunía con las cooperativas agrícolas que dirigía en esos años. Con el terremoto de 1997, quedó muy dañada así que me propuse reconstruirla, la idea es utilizar este espacio para residencias artísticas y generar aquí un circuito cultural. Con este proyecto espero dar continuidad a la labor de mi madre y trabajar con las comunidades. Mis únicas pretensiones son tener el tiempo y las energías para seguir haciendo…

¿Y que esta galería se mantenga en el tiempo?
¡Para siempre! Me sacarán muerta de acá…

“… el arte es política y es la herramienta más potente para hacer las transformaciones que se requieren y en todos los ámbitos”.

“La gestión cultural es un compromiso y la siento como mi misión”.

“… nos estamos organizando para poner en evidencia la precarización de nuestra labor y las malas prácticas que existen en el quehacer cultural, de manera que esto es un muy buen indicio”.