A mediados de agosto, la periodista afgana Lailuma Sadid advertía el sin futuro de miles de mujeres afganas y solicitaba colaboración a organismos internacionales, en un país que nunca abandonó su cultura misógina. Desarrollar arte con garantías tan frágiles se transformó en un acto no solo de inspiración, sino que también de valor.
Innumerables son las artistas que han transitado este andar y entre ellas una de las más populares de Afganistán, la audaz Shamsia Hassani, quien apareció en la revista Foreign Policy, el 2014, como uno de los cien mejores pensadores globales, y en Goodnight Stories for Rebel Girls. Hija de refugiados, regresó a Afganistán para estudiar Arte en la Universidad de Kabul y, desde el 2010, desarrolla grafitis y arte callejero, haciendo pública la precaria situación de niñas y mujeres, así como la fuerza y resolución para sobreponerse. Las retrata con ojos cerrados como para no ver la realidad que las aqueja y sin boca, como cómplice del silencio impuesto, roto en ocasiones con instrumentos musicales que las suelen acompañar. La misma voz musical que impulsaban jóvenes de entre trece y veinte años del orfanato dirigido por Pashtana Rasul, que todos los días desafiaban el peligro para asistir a clases de música tradicional y clásica en el Instituto Nacional de Música de Afganistán y que conformaron la primera orquesta femenina de Afganistán: Zohra.
Sin embargo, en un instante, el 15 de agosto, todo cambió. Negin Khpalwak, la primera mujer directora de orquesta de su país, se vio sobrepasada por el miedo y como muchas de las integrantes de la orquesta, escondió y quemó todo recuerdo de su vida y pasión: la música. Freshta Karim, fundadora y directora de la biblioteca móvil Charmaghz en Kabul, publicó en Twitter: “Kabul es ahora la música más triste que he escuchado en mi vida”. Rada Akbar, fotógrafa conceptual impulsora de Abarzanan, lo describió como el peor día de su vida: “mi amado Afganistán se derrumbó ante mis ojos”. Sahraa Karimi, documentalista y productora, doctora en Cine y Dirección, advertía que prohibirán el arte y las acosarán, “a nosotras nos empujarán a las sombras y nos silenciarán”. Todas prófugas de su patria y muchas más escondidas y desaparecidas sin ninguna posibilidad, con anhelos rotos. Una joven de veintitrés años comentaba en sus redes sociales: “moriremos lentamente y, al parecer, a nadie allá afuera le importará”.