EL CAMINO. NETFLIX.
Lo primero. No es necesario haber visto las cinco temporadas de Breaking Bad, una de las series más aclamadas en esta era dorada del formato, para comprender este film escrito y dirigido por Vince Gillian, el creador de la producción que debutó en 2008 cautivando a millones con la historia Walter White, un profesor de química afectado de cáncer con pésimo pronóstico, reconvertido en fabricante de metanfetamina a fin de asegurar el futuro económico de su familia.
Lo segundo. Para los fans de Breaking Bad enfrentarse nuevamente a Jesse Pinkman (Aaron Paul), el socio juvenil de White a cargo de la distribución de la droga, tiene las implicancias del reencuentro con un viejo amor. El riesgo de la desilusión está ahí y, lamentablemente, late durante los 122 minutos que dura la cinta.
Tercero. Nada de spoilers, solo datos básicos. La trama sigue los movimientos de Jesse tras ser liberado de un secuestro a manos de una pandilla neonazi. Gillian asume el relato y la dirección como si se tratara apenas de un capítulo extra de Breaking Bad, un spin-off sin mayor combustible, carente de la profundidad que se espera del cine. Puede encantar por un rato reconocer la personalidad atolondrada de Jesse, o sumergirse en los juegos de gato y ratón en el mundo sórdido de los traficantes y marginales en medio de paisajes desoladores y ciudades fantasmales de la frontera entre EE.UU. y México.
A veces asoma el viejo brillo estético de Breaking Bad en ángulos y posiciones poco ortodoxas de la cámara, finalmente solo maquillajes que no logran camuflar la fragilidad de la historia. El Camino cae en una falta parecida a la de la segunda parte de Trainspotting (2017): cierta intrascendencia. Lejos del descalabro, pero muy cerca del pronto olvido.