Disfruto los viajes comerciales porque me permiten conocer las otras caras de una ciudad, las que simplemente no se conocen como turista. Generalmente estoy en las bodegas o en los showroom de las marcas, pero me encanta, pues se crea complicidad y todos hablamos el mismo idioma.
Es interesante ver cómo determinados modelos son del agrado universal; una mujer puede estar feliz de usar un modelo tanto en Europa del norte como en Sudamérica, los gustos son similares y la búsqueda de soluciones también. Me refiero concretamente al uso de un vestido con mangas y sin mangas.
Recién estuve en Barcelona, donde fui invitada por una marca que me encanta. Los catalanes tienen todo preparado para ofrecer grandes eventos con muchos expositores de diferentes partes del mundo, que aglutinan a muchos clientes.
Lo primero que puedo contarles es que estuve en una semana fresca de primavera. La temperatura, al igual que en Viña del Mar, me jugó una mala pasada, pues me faltó ese sweater, esa gabardina, ese impermeable y, por qué no decirlo, ese chalequito regalón. Ya no podemos confiarnos de la maldita primavera, el cambio climático llegó para quedarse.
Las tendencias de la temporada nos muestran la diferencia estacional. Las vitrinas en España están llenas de colorido con las imágenes del verano, el amarillo en todo su esplendor en las diferentes gamas hasta llegar al lúcuma; y el verde aparece como el gran rey de la temporada, también en diferentes gamas, desde el verde Brasil hasta el verde militar y, además, la entrada triunfal de los tonos flúor.
Yo los interpreto como que todos necesitamos de mucha luz (amarillos) y de mucha esperanza (verdes), porque para donde miremos hay mucha “aridez” en las relaciones, entre falta de respeto y tolerancia… y pensar que somos todos uno en este pequeño planeta.
¡Hasta la próxima!