Para el psicólogo Howards Gardner, autor de La Teoría de las Inteligencias Múltiples (1983), no tenemos una sola inteligencia, sino una numerosa combinación de atributos que la conforman y dan resultado. Una mirada por la que se pliegan escuelas y universidades del mundo que priorizan el “aprender haciendo” por sobre la enseñanza uniforme, en tiempos donde la diferenciación es oro. ¿Por qué no construir desde todos los tipos de inteligencia existentes? Se enriquecería el paisaje, el panorama se volvería diverso y nos conoceríamos aún más, acrecentando lo que ya somos.
La inteligencia es fascinante por lo que promueve al mundo, y pese a que suele considerarse solo desde ámbitos académicos, tiene tantos rasgos y matices que nos hacen dar cuenta del gran número de personas sabias y sagaces que en realidad se conocen.
Es en La Teoría de las Inteligencias Múltiples (1983) donde el psicólogo Howards Gardner contrapesa que la inteligencia sea única e irrefutable. De hecho, en su libro despliega al menos ocho definiciones en las cuales poner atención, todas distintas e independientes entre sí, pues los avancen de la humanidad evidencian que siempre hemos precisado de varios, dice el también investigador de Harvard.
Dos de ellas son la inteligencia intrapersonal e interpersonal. La primera describe a quienes logran concebir y dominar sus emociones, adhiriéndose a los sentimientos como herramientas de bienestar y rendimiento. La segunda, por su parte, fortifica la empatía social, posicionándose como crucial para quienes estimulan estrategias, trabajan en grupo o lideran equipos, sobre todo cuando son innovadores y con mirada a largo plazo.
Gardner estipula que otros tipos de inteligencia son la espacial, que observa el mundo y los objetos desde diferentes perspectivas y detalles, como también la corporal, que comprende al cuerpo como el dogma y el mecanismo más importante de expresión. A estas se suman la musical, entendida como el arte transversal de todas las culturas e incluso presente en nuestro organismo, con zonas del cerebro vinculadas a la composición o con el ritmo de nuestros latidos. Un enlace perfecto con el ser y que se vincula con la inteligencia naturalista, que permite diferenciar aspectos vinculados a especies animales y vegetales, al igual que con la geografía y el clima de este ciclo.
Completan el listado la inteligencia lógico-matemática, entendida como el razonamiento y resolución de problemas desde lo numérico, como también la lingüística, que no se queda en lo meramente oral o escrito, sino también en lo cognitivo, gestual e, incluso, en lo afectivo que puede ser el lenguaje con que nos desenvolvemos.
¿Se sostiene que sigamos midiendo la inteligencia solo académicamente? Un breve repaso de estas ocho teorías ya nos permite salir de la caja y encontrarnos con una base lúcida y sapiente de personas positivamente influenciadas por el arte, la cultura, la historia y las tradiciones, como también desde el talento y la creatividad para desarrollarnos, donde la educación juega un rol clave y decisivo. Hay distintos tipos de inteligencia para distintos tipos de ocasiones, siendo poco justo el destacar solo algunas por cierto tipo de parámetro o medición.
Howards Gardner indica que el propósito de formarnos, sea en lo que sea, ahora o en treinta años, es para dar vida a lo que nos llama desde el interior. Para él no tenemos una sola inteligencia, sino una numerosa combinación de atributos que la conforman y dan resultado. Una mirada por la que se pliegan escuelas y universidades del mundo que priorizan el “aprender haciendo” por sobre la enseñanza uniforme, en tiempos donde la diferenciación es oro. ¿Por qué no construir desde todos los tipos de inteligencia existentes? Se enriquecería el paisaje, el panorama se volvería diverso y nos conoceríamos aún más, acrecentando lo que ya somos.