Piedras y Agua: Acuarelas artesanales

La reconocida ilustradora naturalista y artista visual, Geraldine MacKinnon, hace rato que venía pensando en un cambio de giro. Luego de años de investigación y mucho ensayo y error armó la primera fábrica de acuarelas artesanales. Desde el Pueblito de Los Domínicos, donde tiene su tienda-taller, imparte clases de ilustración botánica y cursos de color y acuarela. “Me gusta este oficio porque conecta a los artistas con sus materiales, el vínculo es más profundo y le da otro valor a tu arte”.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza entrevistada

Podríamos decir que Geraldine es una empresaria del arte. Su paso por la carrera de Arte en la Católica, su estadía en Isla de Pascua —donde comenzó su relación con la ciencia, la arqueología y la ilustración botánica—, su pasantía en el Jardín Botánico de Edimburgo, sus cursos de dibujo científico, clases y talleres de acuarela, los viajes y congresos, su consolidación como ilustradora naturalista, fueron una cadena de acontecimientos que más tarde la llevaron a formar Mi Naturalismo, una escuela y comunidad online de arte y naturaleza, donde empezó a hacer talleres de ilustración botánica, que compatibilizó con un blog y un podcast que, con el tiempo, la llevó a desarrollar sus propios colores.

¿Qué te llevó a crear tus propias acuarelas?
En un minuto la ilustración botánica me empezó a quedar “estrecha” como cancha para poder expresarme. Ya tenía una reputación. Llevaba hartos años enseñando en la universidad, yendo a conferencias y congresos afuera, entonces quise explorar otros caminos, salirme un poco de lo figurativo, mirar más allá. Me empezó a interesar la pintura como material y quise transformarlo en mi negocio, crear mis propios colores.

Y lo hizo. Pero en el camino hubo harta investigación y mucho de ensayo y error. Fue un proceso largo; la búsqueda de proveedores, el desarrollo de fórmulas para cada pigmento, la investigación y proceso de producción de colores que no existían en el mercado, como la acuarela de lapislázuli, jaspe rojo y malaquita, que son parte de la historia de la pintura universal que acá no se podían conseguir”.

“Cuando empecé a experimentar por mi cuenta, se me abrió un universo muy interesante que no había explorado. Me conseguí con una amiga orfebre piedras de colores, algunas herramientas, les escribí a artistas en el extranjero preguntándoles como creaban sus propios colores. Así empecé”.

¿Cómo es el proceso para crear un color de acuarela?
Es un proceso bastante largo y laborioso, como lo hacían nuestros antepasados. Estamos hablando de un mes de trabajo por color. La materia prima de mis acuarelas son piedras trituradas. Primero, tienes que elegir una piedra de color, molerla en un mortero de piedra y luego de porcelana, después cernir el polvo, lavarlo,  quitarle todo el mineral que no es el pigmento puro. Esa separación es un proceso bien largo y difícil.  Ese polvo debes volver a molerlo con una moleta sobre una superficie de vidrio o granito y juntarlo con el aglutinante, que en el caso de la acuarela es goma arábica, que es la resina del árbol de la acacia. El proceso de molienda y mezcla dura cerca de una hora, ahí produzco la pasta que después envaso en unas cubetas de hielo chiquititas donde se tiene que endurecer.

“Al principio los hacía en casa, pero luego comencé a buscar dónde estaban los pigmentos de color listos que a mí me gustaban para ahorrarme ese trabajo”.

EL COLOR COMO PROTAGONISTA

Casada con el también artista Víctor Mahana, vive en la misma casa donde creció, en La Reina, “una parcela con un huerto de frutales, en una época donde no había tanta gente y en la que podías andar en bicicleta como los niños de la película ET por todo el barrio y no pasaba nada. Eran otros tiempos. Fue una infancia muy rica y súper conectada con la naturaleza y con los ciclos de los árboles y las estaciones. Mi papá tenía esa pulsión, nos inculcó harto el amor por la naturaleza”.

Su catálogo tiene una paleta bien ecléctica de colores que se dividen en tres series: Pigmentos Históricos, como la malaquita, el primer verde que se usó en la pintura de la humanidad; Pigmentos Modernos, como el azul ultramar francés, que apareció en la Revolución Industrial, y Pigmentos Naturales que se encuentran en la naturaleza, como el grafito, mineral extraído en Rusia.

 Las acuarelas se fabrican con el método ancestral que se usó en la Edad Media, sobre piedra, y con las mismas herramientas y recetas que utilizaron los maestros del Renacimiento italiano.

“Este es un trabajo artesanal muy antiguo. Como ilustradora botánica me gusta el rescate de los oficios, mostrarles a otros colegas y a aficionados a la pintura de qué están hechos los colores, cómo funcionan, qué pasa cuando los juntas, de dónde vienen. Siento que estoy revitalizando un oficio que se había perdido y que en Chile estaba muy reducido al mundo de la restauración”.

¿Cómo ha sido el feedback?
Dicen que mis acuarelas tienen otro carácter, otro brillo, que los colores son más potentes, que tienen personalidad. Son colores interesantes en sí mismos, con mucha materialidad, textura y gran potencial creativo que me ha permitido salir de la imagen figurativa de la ilustración botánica. El otro día vino (el pintor) Benjamín Lira a comprar a la tienda y se fue feliz.

¿Qué viene ahora?
Dar a conocer las acuarelas, hacer crecer el negocio. Tener tantos roles y poco tiempo ha sido lo más difícil. Ser microempresaria es peludo, es harta pega y mucho sacrificio. Pero he generado confianza más rápido y eso ha sido bueno, porque está mi nombre detrás. Pillé un nicho interesante y dentro de ser artista me gustan los negocios y lo paso bien, me gusta emprender, creo que es otro tipo de creatividad.

 

Centro Artesanal Los Dominicos
Las Condes, Local 113
Instagram @piedrasy_agua
www.piedrasyagua.com