Reanudamos, con mi señora, el paseo costero entre Reñaca y Concón.
Mientras ella camina por la orilla mirando el mar, las olas y las rocas, por si aparece un lobo marino.
Yo me siento en las duras bancas de cemento, mirando a la gente y me he fijado que casi todas las niñas andan con pantalones, en cambio, los varones de la segunda edad hacia arriba, con pantalones cortos mostrando las piernas gordas, feas y peludas, además de la panza.
Prefiero mi época, en que los pantalones los llevaban los hombres y ellas las «minifaldas».