El 31 de mayo se estrena Pistol en EE.UU., la serie sobre The Sex Pistols del director Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog millionaire), basada en la autobiografía Lonely boy: tales from a Sex Pistol (2018) del guitarrista Steve Jones. A cuarenta y cinco años de Never mind the bollocks, Here’s the Sex Pistols, el único álbum de estudio de la banda más simbólica del punk, las miradas sobre el grupo siguen colisionando como placas tectónicas. Encarna genuinamente el punk como una reacción a lo establecido —el rock autoindulgente, la monarquía y la Inglaterra socialista de los setenta—, a la vez un negocio sediento de publicidad y marketing como cualquier producto pop, funcional al sistema que deseaba corroer.
Formados en 1974 con Steve Jones como cantante, Paul Cook en batería y Wally Nightingale en guitarra, recurrieron a Malcom McLaren como mánager, un productor artístico agitador de aguas en la escena londinense. McLaren, junto a la diseñadora Vivienne Westwood, su pareja y leyenda viviente de la moda, adoptaron a la banda en una mezcla de maniquíes y marionetas. Para McLaren, The Sex Pistols era su proyecto artístico de inspiración anarquista y los músicos podían ser reemplazados. Correteó a Nightingale y luego al bajista Glen Matlock, autor de la mayoría de los temas, porque sus aspectos no eran lo suficientemente punk.
La única obra de estudio de The Sex Pistols sigue siendo demoledora y engañosa. Toda la furia y la espontaneidad de Never mind the bollocks… fue compuesta y registrada una y otra vez en un largo proceso de dos años, hasta que el conjunto consiguió ese sonido bombástico, un batallón de ira y descontento musicalizado con un rock directo y contagioso, un álbum sin desperdicio producido por Chris Thomas, en cuyos créditos figuran The Beatles y Pink Floyd.
Curiosamente, Johnny Rotten obtuvo el puesto de cantante porque solía usar una polera agujereada de los creadores de The Dark Side of the Moon (1973). Sobre la tela escrita a mano se leía “yo odio”, seguido del nombre de Pink Floyd.