Con más de cinco décadas de historia, Óptica Petri es uno de los negocios tradicionales de Antofagasta. Con un formato que pone énfasis en la atención personalizada, es de aquellos comercios “atendidos por sus propios dueños”, una fórmula que les ha permitido posicionarse dentro de la tradición local.
Por Catalina Aparicio / Fotografías Rodrigo Herrera
Después de la Segunda Guerra Mundial, hombres y mujeres de lejanas latitudes decidieron que Chile sería su nuevo hogar. Antofagasta comenzó a poblarse de croatas, griegos, alemanes, españoles e ingleses, entre otras nacionalidades, que se asentaron en la zona norte y se rearmaron, instalando negocios de todo tipo. La familia Petri fue una de las primeras en su rubro. Óptica Petri tiene más de cincuenta años de trayectoria y hoy cuenta con dos sucursales en Antofagasta y una en Calama.
Este negocio familiar es liderado por Norbert Petri, hijo de Erich Petri, el fundador. Desde muy joven, Norbert decidió que su futuro estaría ligado a la herencia de su padre. En la actualidad, junto a su esposa Bárbara Bickel, mantienen una tradición de prestigio y calidad.
Norbert, ¿cómo comienza la óptica? Cuéntanos un poco de tu familia.
Soy nacido, criado y malcriado en Antofagasta. Mis padres, en cambio, llegaron desde otros rumbos. Erich era alemán y María, mi madre, de Concepción. Mi papá fue el primer óptico que llegó a la zona, vocación familiar que él formalizó obteniendo su título en la Escuela de Óptica y Fotografía de Berlín, por lo que apenas llegó a Chile, después de la Segunda Guerra Mundial, ya tenía claro que se quería instalar con una óptica y junto con mi madre crearon el negocio. Hoy con Bárbara, mi esposa, nos hacemos cargo de la empresa familiar.
¿Por qué decidiste que este también sería tu camino?
Cuando llegaba del colegio, normalmente pasaba a la óptica; a veces estudiaba dentro del taller y después me iba para la casa, que estaba en el segundo piso. Era parte de nuestra rutina como familia, por lo que jamás dudé respecto a mi desarrollo profesional en este negocio.
¿Te hiciste cargo de la óptica desde la perspectiva de la administración o te gustaba más la parte técnica?
Me recibí de óptico, contactólogo y protesista ocular, es decir, fabrico prótesis oculares para personas que por algún motivo han perdido un ojo. Me titulé en 1987 y desde ese entonces que estoy en la óptica. Me hice cargo de todo lo que implica la empresa hace ya más de veinte años. Junto a Bárbara llevamos catorce años trabajando juntos.
NEGOCIO FAMILIAR
“Desde que nos conocimos, no nos separamos más”, cuenta Bárbara. “Somos casados en segundas nupcias y cada uno llegó a esta relación con sus respectivos hijos, a quienes se sumó nuestra Barbarita. Así, las dos niñas de Norbert, mis dos niños y nuestra pequeñita conformamos una linda y especial familia”.
Bárbara, ¿cómo te empiezas a relacionar con la óptica?
Somos socios 24/7. Primero me involucré apoyando a Norbert en detalles logísticos que nos ayudaran a potenciar el negocio. Desde hace un par de años ya estoy mucho más presente en el rol de dar nuevos aires y buscar siempre nuevas ideas que nos diferencien de la competencia y de las grandes cadenas.
¿Cómo es llevar un negocio junto a la pareja?
Nos dividimos las funciones y eso nos permite mantener un buen equilibrio. Norbert, por supuesto, tiene mucha más experiencia en la atención de público y lo técnico del negocio. Yo apoyo con el trabajo de las redes sociales, haciendo convenios con empresas y gestionando operativos. Dentro de nuestros planes a corto plazo está el fortalecer los convenios, a través de acciones concretas con los trabajadores. Hemos hecho operativos en diversos lugares de la región: San Pedro de Atacama, Tocopilla, Taltal y es evidente la necesidad de atención en esos lugares. Por eso, creo que además de un tema comercial, estas actividades tienen un aspecto social muy importante.
¿Le encontraste el gustito a este rubro tan particular?
¡Obviamente! Cada día es un desafío porque no es un simple negocio, es una extensión de la familia. Tenemos un gran plus y es que somos de la Región. Nos enfocamos mucho en la calidad del servicio, en una atención personalizada y las entregas rápidas. Gracias a mucho trabajo, hemos logrado un sello que debemos mantener y es que la óptica incluye a todos los segmentos de público, no somos una óptica elitista. Tenemos una oferta amplia de precios que siempre se están actualizando con promociones en nuestros locales y en las redes sociales como @opticapetri.
LA TRADICIÓN
La historia de la Óptica Petri es muy especial. Su primer local estuvo en Calama y dos años después se inauguró lo que hoy es la casa matriz en Antofagasta. Durante un tiempo, decidieron convertirse en franquicia de Rotter y Kraus, nombre que mantuvieron por seis años.
“La verdad es que no fue la mejor decisión haber dejado nuestra marca familiar de lado. Por eso decidimos continuar el sendero trazado por mi papá y volvimos a nacer como Óptica Petri. Fue un momento complejo, pero a pesar de todos los obstáculos seguimos persistiendo y logramos avanzar con muchas ideas. Ha sido difícil porque la competencia es fuerte, han llegado ópticas extranjeras y multinacionales, pero tenemos una clientela muy antigua y fiel, lo que nos permite mantenernos siempre vigentes”, declara Norbert.
Ustedes están ubicados en pleno centro de Antofagasta, en un sector con muchas empresas del mismo rubro, ¿qué los hace diferentes a las otras ópticas?
La experiencia, la trayectoria y un prestigio ganado gracias al trabajo bien hecho. Siempre estoy atento y presente, por lo que resuelvo de inmediato cualquier duda de mis clientes. Me preocupo de que los productos sean de calidad, con proveedores de primera línea. Hoy tenemos tres locales, nuestra casa matriz en calle Matta, un local en calle 21 de Mayo # 770 y la sucursal de Calama en calle Sotomayor.
Contextualizando los últimos sucesos y el estallido social, ¿les ha afectado?
Estamos muy cerca de uno de los puntos donde inician las marchas y eso por supuesto nos afectó. Tuvimos una merma de venta, un lucro cesante, por así llamarlo, muy importante durante las dos primeras semanas. Nuestras ventas bajaron entre un setenta y un ochenta por ciento. Hoy ha vuelto un poco la calma. Aún no llegamos a los números normales, pero algo está mejorando. Fue complicado porque de este negocio depende nuestra familia y también las familias del equipo de trabajadores.
¿Qué significan estas cinco décadas de trabajo?
Un orgullo. Somos de las últimas familias «comerciantes» antiguas que van quedando en la ciudad dedicados a sus negocios, como Casa Castilla, El Salitre, Vaticano, Yoma y otros más. Mucha gente viene acá con sus hijos y comenta que mi papá los atendía; llegan abuelos con sus nietos y eso nos hace sentir parte de la historia. Son cincuenta y cinco años de altos y bajos, éxitos y tropezones, pero por sobre todo de mucha dedicación. Quizás a veces el camino se hace cuesta arriba, pero hemos seguido avanzando, siempre mirando hacia el futuro.