Hay conceptos que tienen un sentido en su origen y, en el caso del negacionismo, está bastante claro que, en el mundo del siglo XX, se consolidó su acuñación a todo aquel que teniendo las evidencias del holocausto judío durante la década de 1930 y, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial, considera que tal tragedia humana no existió o su impacto fue mucho menor de lo que los historiadores afirman. En suma, negacionismo sería “negar lo innegable”.
La Real Academia Española de la lengua define la palabra negacionismo como una “actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto”, es decir, se presume de todo aquel que niega una realidad de la cual hay evidencias sólidas como, por ejemplo, lo que ocurrió en Alemania y los territorios donde el nacional-socialismo pudo realizar una operación de exterminio.
Hasta aquí queda claro que el concepto en la lengua castellana alude a un hecho concreto, un oscuro capítulo de la historia del siglo XX que tantas víctimas causó, en donde, además de los seis millones de personas que perdieron la vida, los que lograron sobrevivir fueron marcados por el dolor y el horror inimaginables.
Algunos discuten acerca de la cifra exacta de fallecidos, pero al final, sin quedarse en versiones que podrían diferir, todas las evidencias muestran que sería imposible negar que aquella tragedia sí sucedió. Así, no reconocer lo ocurrido es lo que la sociedad, en general, reprocha y tilda de “negacionista”.
En el último tiempo, este concepto se ha estado escuchando con más frecuencia, pero ya más allá del tema del holocausto judío. Un caso bien conocido en la historia del siglo XX fue el genocidio que sufrió el pueblo armenio, tragedia que nunca fue aceptada por el Imperio Otomano, causante de aquella brutal acción, ni tampoco por la heredera República de Turquía, que hasta la fecha sostiene una versión que pretende contradecir lo sucedido. La República de Armenia, la comunidad internacional y los miles de sobrevivientes esparcidos por el mundo claman, hasta hoy, por el fin del negacionismo turco y, por ende, el reconocimiento de una masacre de la cual nunca se hizo verdadera justicia.
En Chile este tema ha tomado fuerza en este último tiempo, en especial a propósito de la conmemoración de los cincuenta años del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, donde hay muchas voces que tildan de negacionistas a todo aquel que tenga una mirada distinta de lo ocurrido en esa fecha, o en especial, en su contexto.
Ahora bien, es tan fuerte el uso del concepto que en redes sociales se usó intensa e irresponsablemente para acusar a Patricio Fernández, coordinador de la conmemoración de los cincuenta años, quien, ante la presión, en especial del Partido Comunista y de las organizaciones de Derechos Humanos, terminó renunciando al cargo.
¿Pero qué se entiende por negacionista en Chile? El concepto, en nuestro país, tiene una carga especial que difiere de la acepción original, puesto que apunta a todo aquel que pretenda negar las violaciones a los Derechos Humanos desde 1973 hasta el retorno a la democracia —de lo cual hay evidencias claras—, así como a todo aquel que pretenda estudiar las razones del golpe de Estado. Es decir, se cuestiona a quien quiera negar lo innegable, pero, lamentablemente, también se niega estudiar el contexto que explica —no justifica— el fin de la democracia en aquel año de 1973, algo que desde la mirada de la historia es una contradicción vital.