El bosque esclerófilo de la zona central de Chile es uno de los ecosistemas con mayor grado de especies únicas o endemismo y biodiversidad. Es considerado un hotspot o “punto caliente” de importancia mundial y su conservación es prioritaria, debido a que está expuesto a un fuerte impacto de acciones humanas que lo amenazan.
Cuando nos adentramos en el bosque esclerófilo, nos encontramos con especies como el peumo, el quillay, el boldo, variedades de orquídeas nativas, entre otras especies, muchas de ellas de gran valor medicinal y etnobotánico. Junto a esta maravillosa flora habitan cientos de insectos, aves, mamíferos, reptiles y anfibios que, interrelacionados entre sí, componen el gran entramado del bosque y su delicado equilibrio ecológico.
Hoy en día este equilibrio se ve alterado por prácticas humanas altamente destructivas para estas formas de vida. Principalmente, la ocupación de tierras para el monocultivo extractivista y el avance inmobiliario. Ante esta realidad, consideramos necesario impulsar alternativas que nos posibiliten otras maneras de habitar el bosque, centradas en su protección y en la reintegración de la vida humana a la vida del bosque.
Desde esta visión, Apícola del Alba se encuentra en un constante desafío, investigando e implementando formas para poder nutrirnos de las bondades medicinales del bosque y, al mismo tiempo, ser un aporte en su protección y conservación.
Una de las principales estrategias ecológicas que llevamos a cabo es la alianza con productores de materias primas que trabajen desde prácticas sustentables, como lo es el raleo ecológico —una forma de poda selectiva—, en donde se cosecha directamente desde el bosque plantas como el boldo y el quillay, ramaje que, al ser retirado, ayuda al árbol a renovarse y crecer mejor, además de prevenir la propagación de incendios forestales. Otra alianza importante es con productores de miel que tengan sus colmenas dentro del bosque nativo. Las abejas son insectos polinizadores que aportan a la salud y a la reproducción de la flora nativa. Estas formas de producir son ejemplos de integración al equilibrio del bosque, que se contraponen a la lógica del monocultivo.
Nuestro pensamiento fundamental nace de una emoción íntima y llena de admiración por el bosque que habitamos. Todas las especies que viven en él son indispensables entre sí, conformando una red de vida de la que somos intrínsecamente parte y, por lo tanto, profundamente responsables de su cuidado.