En el año 1700, el Corregimiento de Coquimbo abarcaba 33 mil kilómetros cuadrados y su población era de 6.405 habitantes, distribuidos en 26 partidos desde Los Choros hasta Combarbalá. La población de La Serena no superaba las mil personas en su planta urbana que, veinte años atrás, había sido destruida por los incendios y saqueos del corsario Bartolomé Sharp.
Los vecinos y moradores, para recuperar lo perdido, deben vender sus escasos bienes de capital. Doña Cathalina de Gamboa, viuda de don Alexos de La Fuente, vende, al ministro don Diego Pisarro de Cáceres, su sobrino, cuatro piezas de esclavos, hermanos, nacidos y criados en su casa. El protocolo y contrato de compraventa indica la identificación de los padres esclavos, edad y nombre de cada uno. Las piezas son tasadas en la suma total de mil pesos de ocho reales y, la forma de pago es a censo. Esta transacción comercial, cotidiana para la época, refleja la estructura de la sociedad serenense, una pirámide socioeconómica jerarquizada por el color de la piel. Había una proporción de dos mujeres por un hombre, situación que influyó en el aumento de los hijos naturales y la panmixia mestiza.
A mediados del siglo XVIII, el Padrón General del Gentío de la ciudad de La Serena suma 415 españoles, 173 indígenas, los mulatos libres y esclavos son 415 más 46 negros libres y esclavos, en total, 461 habitantes de color que porcentualmente superan a la gente blanca. En 1813, en el contexto mayor del Corregimiento y sus 26 partidos, los españoles y mestizos son 9.310. Los cobrizos o indígenas 1.976. Y los mulatos y negros 3.720 personas. Total 14.986 almas. Es una sociedad que ya presenta rasgos multiculturales y en franco sincretismo identitario.
En 1778, según el Censo de Agustín de Jáuregui, la ciudad albergaba a 2.000 habitantes y en 1813, 5.000. Según Peregrinus Thaddeus Haenke había, en 1793, de 120 a 130 viviendas esparcidas en las cuadras de la ciudad, donde vivían 3.200 almas con una tendencia creciente a ocupar los altos del Santa Lucía, las barrancas del río y la mar y la quebrada de San Francisco.
Según este censo de población, la gente de color formada por mulatos y negros libres, junto a los esclavos, duplica la población blanca y cobriza y, en consecuencia, es natural la venta de esclavos negros. El 18 julio 1798, se remata un negro esclavo, muleque de Guinea, llamado Juan Rosal, de dieciocho años, sin bautizar y sujeto a perpetua servidumbre. El proveedor es el Maestre de Campo don Diego Ximénez de Morillas, mercader tratante, quien tiene poder del capitán don Francisco Barrionuevo, vecino de Los Reyes en Perú. Es interesante destacar que tanto en Copiapó como en La Serena los mayores tenedores de esclavos son las órdenes religiosas. La convivencia social no es tarea fácil. Gaspar Codocedo, natural de La Serena, se querella civil y criminalmente contra Juan Fernández, mulato libre, cuyos ganados consumieron sus sementeras y le agredió con garrote, en la estancia Santa Gracia. El mulato es sirviente del Alférez Ramón de Mesina y se solicita sea castigado por tamaña osadía y atrevimiento y debe ser puesto en prisión con embargo de bienes y de sus ganados.