“Hay que tener una saludable falta de respeto por lo imposible”, dijo alguna vez Larry Page, el conocido empresario estadounidense fundador de Google. No está de más invocarlo hoy en día cuando en Chile se nos han impuesto nuevos desafíos a todos, en un momento en que importa menos el cómo hemos llegado hasta aquí, y más el cómo podemos salir adelante.
Hablando de lo imposible, me gustaría poner hoy en la conversación el método “de lo imposible a lo posible”. Una forma de creación que incentiva la generación de ideas sobre un problema determinado, por medio de la visualización de la situación desde diferentes puntos de vista. El proceso se inicia planteando situaciones imposibles que crean nuevas alternativas de solución. Lo que genera es un cambio de paradigmas sobre el problema, para tener ideas nuevas que lleven a soluciones diferentes.
El cambio de paradigma fue planteado, inicialmente, por el físico norteamericano Thomas Kuhn, en los sesenta, en el libro La estructura de las revoluciones científicas. Ahí se explica que todos los descubrimientos científicos aparecen primero como rupturas de lo establecido. Esto puede ser muy útil en situaciones de “bloqueo”. Y para su desarrollo es importante generar una gran cantidad de ideas en el momento de la sesión, por lo que sigue la misma lógica del brainstorming, con la única diferencia que es importante pensar en cosas imposibles durante el proceso.
En el mundo del emprendimiento este método es muy útil. Y quisiera —a través de estas líneas— proponer este ejercicio inicial, para avanzar como sociedad en un punto específico: ¿Que les parecería si nos uniéramos absolutamente a todos los improbables para sacar adelante el emprendimiento? Las instituciones públicas y privadas, las ONG, los académicos, los emprendedores, los empresarios, las personalidades, los actores, los deportistas, todos. Independiente del partido político que provengan, su género, religión, clase social y nacionalidad, con el objetivo común de apoyar a los emprendedores.
El dramaturgo francés del teatro del absurdo, Eugene Ionesco, decía que si “las ideologías nos separan, los sueños y las angustias nos juntan”. No sería tan loco, entonces, poner como sueño común este punto. Tal vez si rompemos el paradigma y —en medio de un país dividido— nos juntamos todos con esta causa común, a pesar de las diferencias, podríamos hacer posible lo imposible.