“Veo lo que vendrá. Cruzo el tiempo de un tranco. Una mano me guía hacia lo que tú no sabes, ni podrías saber. Por eso es que lo escribo; para que estés advertido”.
Juan de Jerusalén o Jean de Vézelay (1042–1119) nació en la Borgoña y fue uno de los nueve fundadores de la Orden Templaria. Sabio astrólogo y alquimista; en la Palestina estudió ocultismo y cabalística, pero sobre todo fue un místico y un santo varón. En el 1110 escribió ciertas predicciones para una Humanidad impía que pareciera buscar a propósito su perdición; no obstante el Bien triunfa y habiéndose enderezado el camino, adviene un final feliz. Conocida como Protocolo secreto, su obra fue escondida con celo. Mas, en 1941, un ejemplar que estaba en una sinagoga de Varsovia cayó en manos de las SS, y fue a dar al búnker de Hitler para terminar en Moscú. M. Galvieski, investigador ruso, lo rescató del Archivo de la KGB y lo publicó en París, en 1994.
Son cuarenta décimas, que comienzan siempre con un: «Cuando empiece el año mil que sigue al año mil». Luego continúan nueve líneas de vaticinios, que primero describen un mundo narcisista y desalmado; de ciudades atestadas, viciosas y llenas de maldad, sin sentido ni respeto por la vida; “con torres como de Babel que se elevan en todo el mundo”; comunicaciones globales, enjambres de máquinas, viajes por mar y cielo. Hay migraciones incontrolables, una oleada del Islam. Comercio de droga corroyendo sociedades y sus estructuras; pandemias, hambrunas, guerras terribles, y catástrofes peores.
“(Veo) hambre que oprime vientres y frío que hiela manos. Mercaderes de ilusiones que ofrecen veneno que destruye cuerpos y pudre almas. Y los así envenenados son como bestias que matan, violan, y roban; y la vida se hace un Apocalipsis cotidiano. // No se confiará en la ley de Dios. Los hombres querrán guiar su vida como una cabalgadura; y elegirán sus hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no desean. Y el amor será una amenaza peligrosa para quienes sólo aprecian lo carnal. // Cambiarán la faz de la Tierra y se proclamarán señores. Pero el suelo estará desnudo y será estéril. El aire quemará y el agua será fétida. La vida se marchitará porque agotarán hasta la última riqueza. // La sangre será impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, y habrá todo tipo de podredumbres. Las enfermedades llegarán por agua, aire y tierra. // (Entonces) se querrá hacer renacer lo ya destruido, proteger el entorno, y se temerá el futuro. Pero será tarde. El desierto avanzará y el agua será escasa. Aunque a veces se desbordará como diluvio, mas al día siguiente de nuevo no habrá agua, el aire quemará y consumirá los cuerpos debilitados. // Todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares. Se verá niños en los huesos con ojos cubiertos de moscas; pero la insensibilidad y egoísmo harán volver la cabeza”.
(Pero, al fin tras las tribulaciones) “… se abrirán los ojos, y todos entenderán que son interdependientes. Formarán un cuerpo único del que cada uno será una parte ínfima, y juntos construirán un (unificado) corazón. Conquistarán el cielo, harán ciudades en el mar; y habrá alimento abundante. Volarán como aves y nadarán como peces. Compartirán sueños y mensajes, y vivirán hasta muy ancianos, con un cuerpo fuerte y hábil. Se percibirá la enfermedad antes que aparezca y cada quién se curará a sí mismo. El Hombre entrará en el espíritu de la Naturaleza, conocerá sus secretos y la poseerá abriendo toda puerta del laberinto de la vida. Creará con la fuerza con que brota una fuente. Los niños aprenderán fácilmente. Entonces, la Mujer será la gran maestra y guía del tiempo futuro. Pero, habiendo superado la distorsión y la fealdad del tiempo del Diablo, (antes que nada) será Madre que difunda dulzura. Será el fin de la barbarie, de la oscuridad, y el comienzo de días felices. El Hombre reordenará la Tierra de toda contaminación. Los bosques renacerán, las aguas serán puras, los desiertos floridos y la Tierra será un fragante jardín. Superada la avaricia, habiéndose aprendido a dar, se compartirá con generosidad. Pero eso será después de guerras e incendios. Eso surgirá desde los escombros de las torres. Y habrá sido necesario el puño de hierro, para que se ordene el caos y el Hombre encuentre el buen camino. Entonces, el mundo será superior y su luz nunca se apagará.