Las Kubuswoningen o Casas Cubo en Rotterdam son un buen ejemplo de aquellas obras que aportan en la evolución de la disciplina. Fueron diseñadas por el arquitecto holandés Piet Blom, entre los años setenta y ochenta, a quien se le encargó revitalizar la zona del puerto viejo, la cual aún presentaba carencias y penurias producto del ataque alemán de 1940.
El evento dejó, entre muchos daños, a 85.000 personas sin hogar. La rehabilitación era necesaria, sin embrago, no se quería simplemente reparar. Se tomó una decisión radical y moderna de rehacer la ciudad desde cero. Esto implicó replantear por completo calles, usos de suelo y espacios públicos, es decir, mucha planificación previa a la construcción, con el agravante del déficit económico. Como toda posguerra, la reconstrucción anímica era tan valiosa como la del soporte físico. Esto comienza a explicar el interés en el diseño de sus edificaciones y, en especial, en el de viviendas.
Blom imaginaba un bosque urbano, donde cada casa representaba un árbol. Los cubos están inclinados 45 grados y luego montados sobre pilares hexagonales que actúan como troncos. Esto, aparte de su condición escultórica, pretendía liberar el suelo de la edificación para entregar un espacio de uso público. Cada cubo tiene cien metros cuadrados de superficie útil, aunque por la inclinación no toda el área es realmente práctica. Son tres niveles principales: la planta baja para la entrada y algunas áreas de servicio; un segundo nivel con cocina y sala de estar; y un tercer nivel con dormitorios y baño. Están agrupadas en un conjunto de 38 casas más dos cubos de mayor tamaño que pretendían ser un soporte para el comercio. Frente a ejercicios como este, el mexicano Jaime Fernando Cruz, en su investigación “El análisis psicosocial en la arquitectura”, sostiene que El trabajo experimental del arquitecto consiste en plantear una hipótesis de solución o alternativa a la forma, para que el hombre solucione sus necesidades. Esto necesita construirse y ser habitado para que la hipótesis se confirme. Es decir, no podemos asegurar el resultado de un diseño arquitectónico, solo se plantean suposiciones de este, siendo únicamente el uso, el encargado de confirmar y evaluar sus cualidades; por lo mismo, es crucial entender la responsabilidad que se tiene entre manos al momento de experimentar. A Blom le molestaban los comentarios que debían parecer casas para ser reconocidas como viviendas. Este sentimiento pudo haber desviado el objetivo original del encargo.
Es cierto que las Kubuswoningen son consideradas un ícono de la arquitectura experimental de los años setenta-ochenta. A pesar de las críticas sobre su practicidad, han tenido un impacto enorme en el turismo y en la identidad de Rotterdam, sin embargo, cabe preguntarse ¿qué pasa cuando la forma se convierte en un obstáculo para la función? O ¿Qué pasa cuando el capricho del arquitecto se convierte en una carga para los usuarios?
Las Kubuswoningen son un ejemplo de cómo la arquitectura puede ser una búsqueda de intereses personales más que un ejercicio de diseño y funcionalidad. Si bien el arquitecto Piet Blom había probado este modelo años antes, ¿cuál fue el costo de querer crear algo innovador y artístico para eternizar su nombre en los libros de arquitectura? Hoy es tarde para evaluarlo, más aún, cuando son parte de la lista de imperdibles en la visita a Rotterdam. El interés de mencionarlo hoy, simplemente repara en el beneficio de la rectificación. Tuvo que existir para entender lo que no hay que hacer.