Hotel Boutique Casa Puente : Dormir en una obra de arte

Ubicado en una casona patrimonial de 1916, este especial hotel boutique de Cerro Alegre encanta por ser una verdadera galería de arte, donde cada habitación fue elaborada por un artista chileno. Con intervenciones de Lobsang Durney, Óscar Barra, Vicente Rojas Ruggeri, Edwin Rojas, Julita Luco o Pauline Cristi, es una experiencia única para todos los sentidos.

Por María Inés Manzo C. / Fotografía Teresa Lamas G. y gentileza Casa Puente

Tras dos años de restauración, a fines del 2017 abrió Casa Puente en una famosa casa patrimonial de Cerro Alegre (Pasaje San Agustín 552), inmueble que incluso fue retratado por el recocido dibujante Lukas. El proyecto se ideó bajo un concepto de un art & winery hotel boutique de los arquitectos David Tirapegui y Gonzalo Krebs, junto a su padre, el ingeniero comercial René Tirapegui.

Con cuatro niveles, y aproximadamente ochocientos metros cuadrados, uno de sus grandes atributos son las habitaciones, cada una diseñada por un connotado artista chileno: Vicente Rojas Ruggeri, Óscar Barra, Maite Izquierdo, Julita Luco, Lorenzo Moya, Fernanda Saldivia, Benjamín “Dada” Morales, Marco Antonio Díaz, Eliana Simonetti, Pauline Cristi, Lobsang Durney, José Milko Fernández Covich y Edwin Rojas.

“Teníamos un cliente que quería instalar un hotel boutique en Valparaíso y recorriendo varios cerros llegamos a esta casa totalmente abandonada hace más de una década. Estaba con okupas, llena de termitas, prácticamente en ruinas y con sus días contados. Finalmente esta persona decidió no hacer el negocio, pero vimos un potencial tan grande que nosotros la compramos. Además, como arquitectos quisimos darle una impronta de arte, pues en esta profesión varios somos artistas frustrados (ríe). Y más allá de ser una casa patrimonial también buscamos darle un sello de arte contemporáneo chileno para contrastar con lo antiguo”, cuenta David Tirapegui.

UNA GALERÍA

Este hotel boutique tiene la particularidad que se entra por arriba y, como lo dice su nombre, por un puente, pero las habitaciones y demás servicios se encuentran en los pisos inferiores. Cada rincón cuenta acerca de su historia o su época, desde fotografías de su estado original, algunos muebles restaurados —mesas, sillones, sillas, lámparas, espejos, etc.— u otros objetos obtenidos de tiendas de antigüedades como las máquinas de coser de las habitaciones. Además, en los espacios comunes se pueden ver algunos cuadros y esculturas de los mismos artistas que también los huéspedes pueden comprar, tal como en una galería de arte.

“Restauramos mucho, porque creemos que es importante volver los objetos a la vida. Si bien tuvimos que colocar pisos y ventanas nuevas, porque los originales estaban podridos, tratamos de que parecieran de la época. Las puertas sí pudimos rescatarlas y llaman mucho la atención porque son de dos metros cuarenta”.

En el lobby hay una pequeña cafetería con algunos cuadros de Óscar Barra, Juanita Luco, Fernanda Saldivia, entre otros, y en el recibidor un gran cuadro del mismo David Tirapegui, pues también pinta y hace esculturas, por eso a lo largo del hotel hay varios lavamanos diseñados por él. Aquí llama la atención una muralla que hace la separación con las habitaciones, con los pilares originales de la casa a la vista, y una gran colección de botellas antiguas. En ese mismo espacio destaca una escultura de fierro de un toro, que fue rescatado de una venta de taller, y un par de esculturas inspiradas en la historia de la casona que se dice que en los años cuarenta era un burdel.

En el piso inferior se encuentra un comedor con algunos detalles interesantes como una antigua colección de llaves, un mascarón de proa, una barra y un rincón en piedra y duelas de roble que pronto será una pequeña cava. Y una habitación con una puerta corrediza secreta que, por ahora, es una habitación que usan los dueños.

Además, el hotel tiene una gran terraza donde también realizan eventos y matrimonios. Junto a ella una hermosa piscina, como espejo de agua, intervenida por la artista Ana María Miranda, creadora de los famosos Lucky Hearts. Sus corazones le dan mucha vida y color a este sector y combinan con la vista a los cerros de Valparaíso.

SELLO CHILENO

“Nos asesoramos por una gestora cultural, hicimos una curatoría y la condición fue que cada habitación fuese desarrollada por un artista chileno diferente. Los turistas que visitan Valparaíso quieren encontrarse con gente que hable de su tiempo y del lugar. Nuestra idea no era que sólo colgaran cuadros en las piezas, sino que trabajaran en las paredes, techos, ventanas, camas, lo que ellos quisieran… ¡Qué más íntimo que dormir dentro de una obra de arte!, siempre ha estado la idea de acercar el arte a la gente en el espacio público y aquí tenemos murales y obras de gran formato que se disfrutan en privado”.

En las habitaciones los colores, en general, son neutros, harto blanco, negro y gris, para destacar a los artistas. Además, cada una posee lámparas de lágrimas y, cuando la obra lo permite, lavamanos escultóricos modelados en gres fuera de los baños para combinar con los conceptos de cada espacio.

La primera habitación, y más grande el hotel, destaca por sus sillones y detalles en rojo, como una espectacular bañera con pies que se encuentra junto a la ventana. Aún está pendiente la intervención de David Tirapegui, pero sorprende un llamativo “espejo infinito”, con pequeñas lamparitas en su interior (asemeja un cielo estrellado), que se encuentra sobre el respaldo de la cama. También hay un cuadro de Fernanda Saldivia, basado en el conejo de Alicia en el País de las Maravillas.

INSPIRACIÓN MARINA

La segunda habitación es de Vicente Rojas Ruggeri, quien trabaja el metal desplegado pintado, para generar formas escultóricas. Aquí representó una sirena y un tritón como pareja¸ y sobre la cama una lámpara que parece una canoa dada vuelta. “La oscuridad también es luz, luz interior. Estos objetos luminosos reflejan la vida continua, día y noche. En donde los seres imaginarios existen y la realidad es efímera”, señala el artista.

Luego, en una habitación de tonos blancos y negros, Óscar Barra también habla de mundos imaginarios y marinos. Su trabajo se centra en la técnica mixta combinando óleo y acrílico, sobre paneles de madera y los mismos muros y cielo de la habitación, para construir una atmosfera lúdica de figuras antropomórficas coloridas. Moderna y con mucha luz, este “arte fantástico” lo representó con un gran pez y una anguila marina troquelada en madera. Aquí el lavamanos es parte de la obra con otro hermoso pez que hace juego con la pieza principal sobre la cama.

Maite Izquierdo desarrolló un trabajo lleno de color que recuerda las antiguas camas victorianas, pero con un estilo mucho más moderno. “La gran ola azul”, son más de mil cuadrados de género de algodón teñidos manualmente con la técnica del shibori, buscando transmitir “sensaciones tridimensionales”. La obra no solo se observa, sino que se puede tocar y sentir. Las telas suben por el muro de respaldo de cama hasta el cielo. Un espacio, sin duda, muy femenino. “Es una gran ola de sueños y abrazos, de vivencias y encuentros en el mágico Valparaíso”, cuenta.

BELLO PUERTO

Julita Luco trabajó una técnica mixta de óleo y acrílico sobre tela. Sobresale de inmediato con un gran y colorido mural, que busca reflejar de manera abstracta los cerros de Valparaíso. “Quise reflejar la sensación de estar recorriendo Valparaíso, desde su cielo a su mar, subiendo y bajando sus cerros, escaleras, recorriendo sus casas, los colores de la ciudad, los ascensores y la Caleta Portales con sus exquisitos productos del mar”. También se rescata la mesa de máquina de coser con un lavamos esculpido de un mascarón de proa al lado de la cama.

La siguiente habitación es de Lorenzo Moya, quien trabajó con óleo y acrílico. El gran detalle es que el muro principal es curvado y continuo para envolver a los huéspedes en el cuadro. Su pintura es figurativa contemporánea y cuenta la historia de “El viaje hacia la mujer en el agua”, una propuesta que termina con un columpio colgado desde el techo y que lo hace muy interesante.

Junto a esta se encuentra la habitación de la artista visual Fernanda Saldivia que se inspiró en sus colores, pinturas y formas en el burdel porteño y el pasado de Casa Puente. El reino animal es su referente preferido y por eso las protagonistas son una cerdita con portaligas y una vaca con corsé y cola de sirena que se encuentran sobre un respaldo de cama de piel de cebra. El lavamanos tiene como detalle ser una tina pata de león con una chanchita en ella.

Otro de los espacios con sello porteño es la de Marco Antonio Díaz, quien trabaja con óleo y acrílico sobre paneles de madera y los mismos muros. Destaca por sus composiciones figurativas, que representan los edificios icónicos de Valparaíso, como La Sebastiana o Casa Vander, incluyendo también Casa Puente en el diseño.

Por supuesto aquí no podía faltar la obra del porteño Lobsang Durney, quien trabajó óleo y acrílico directamente sobre los muros, con dos obras que inundan la habitación. Representando muchos elementos icónicos de Valparaíso destaca el gran ojo de pez en calamina con los cerros y ascensores como homenaje al dibujante Cornelis Escher. Por ello la nombró como “Embajadores Ensubidores” para destacar este importante medio de transporte de la Ciudad Puerto.

NATURALEZA, CUENTOS Y TEXTURAS

La habitación de Benjamín “Dada” Morales, quien trabaja con óleo sobre sobre tela, es la única que se presenta en dos obras de gran tamaño: un tríptico y una composición de cuatro cuadrados, pero que se complementan muy bien con la gran vista hacia los cerros. Este artista de “espátula gruesa” se centra en el color, las formas y la evocación a las flores, los árboles y la naturaleza.

“Simulacro” es la propuesta de Eliana Simonetti, quien trabaja el cuero tensado sobre bastidores, marcado, trazado y perforado, en un ejercicio de generación de texturas, colores y transparencias. El color negro es el protagonista en una pieza muy sobria y minimalista, donde la lámpara se lleva todo el foco de atención.

Luego, Pauline Cristi sorprende con una intervención completa en la cual trabajó técnicas mixtas, óleo y acrílico sobre tela y muros, junto a semillas, arenas y elementos de la naturaleza como troncos de árboles, cochayuyo y tierra. Construyendo varios horizontes de texturas, formas y colores, que se vinculan con la naturaleza. El lavamanos es un hermoso caracol, que combina a la perfección con un espacio lleno de luz, con tonos que lo asemejan a un bosque nublado.

Una de las propuesta más llamativas es de José Milko Fernández Covich, con óleo y acrílico directamente sobre los muros y en diferentes capas. Aquí representa figuras mitológicas y personajes de fantasía, extraños e incluso cómicos, llenos de detalles (por ejemplo, pintó un pez con ciento cuarenta y cuatro escamas, una por una), en este caso con una fuerte inspiración marina, tonos verdes y dorados.

Y por último, pero no menos importante, Edwin Rojas, quien trabaja con óleo y acrílico sobre paneles de madera. Su habitación evoca un cuento con temas circenses y personajes mágicos, como la lámpara inspirada en un hada, pero con alas de mariposa y delicadas luces. Una maravilla para descansar.