Mientras conducía de vuelta a casa, luego de comprar en la Feria del Estero de Viña, pensaba en las ricas alcachofas, los espárragos, las chirimoyas y los melones, me adelantó un auto a doble velocidad que la marcada en el pavimento, luego otro que se pasó de una pista a otra; casi nadie enciende la luz intermitente unos treinta metros antes de cambiar de pista.
Acostumbro a conducir por la pista lenta, pero siempre preocupado del vehículo que tengo por delante, ya que siempre al llegar a una esquina tengo que adivinar si va a doblar o seguir de largo.
Aprendí a manejar en una vieja camioneta y debía sacar el brazo izquierdo derecho si quería virar a la izquierda, hacía arriba si viraba a la derecha y hacía abajo si iba a detenerme.
Ahora, como decía:
Hay que ser adivino.