Este actor santiaguino llegó al norte buscando nuevos rumbos en el arte y la cultura. Formó, junto a su pareja Katherine, la productora Loba, enfocada en trabajar junto a la comunidad a través de los talleres “Expresarte”, que finalizan en obras de teatro. Además, formaron la Compañía Loba y fueron ganadores de Santiago a Mil, en representación de la Región de Antofagasta, con la obra Los diálogos de la Merced o ¿dónde fue que la cagamos?
Por Catalina Aparicio / Fotos por Rodrigo Herrera
Niños, niñas, jóvenes y adultos llegan a los talleres “Expresarte” buscando diferentes respuestas, tanto a inquietudes artísticas, como también para afianzar la confianza y el amor propio. Sin embargo, en este último periodo la urgencia por encauzar las emociones vividas parece aumentar la necesidad de formar parte de un grupo que las comparta. Reflexionar sobre los sentimientos que afloran sin duda contribuye a su manejo correcto y, por ende, a la búsqueda de salidas equilibradas y armoniosas.
¿Cuáles son las razones por las que las personas ingresan a los talleres “Expresarte”?
La mayoría ingresa porque les gusta el teatro y no pudieron estudiarlo de manera formal. También están las personas que quieren fortalecer su personalidad porque son introvertidas. Los adultos ven esto como una terapia o como un “regaloneo” para ellos mismos. Y respecto a los niños y niñas, los padres los inscriben porque sienten que sus hijos tienen un potencial en la actuación, para sociabilizar con sus pares y para fortalecer habilidades y expresar sus emociones.
Y respecto a las emociones, ¿cómo podemos relacionarlo con todo lo que está aconteciendo en el país en este momento con la demanda de cambios sociales?
Tiene mucho que ver, porque las personas en estos talleres aprenden, efectivamente, a expresarse, hablan de quiénes son, qué piensan, por qué piensan lo que piensan. A través del teatro hacen catarsis y manifiestan sus emociones… de esta manera podemos tratar de visualizar, a través de ejercicios teatrales, lo que está pasando y darnos cuenta de nuestras rabias, miedos, alegrías, enojo.
Muchos de los que vienen son psicólogos, profesores, abogados, estudiantes —que son de la rama más humanista—, pero también he tenido físicos, biólogos y eso es muy interesante. Hablamos de personas entre siete y sesenta y ocho años, distribuidos por grupos, lo que determina que estos talleres sean tan variados. Me gustaría que fueran mitad mujeres y mitad hombres, pero la realidad es que son más mujeres.
¿Cuántos talleres son en total?
Son tres: uno para niños y niñas, otro para adolescentes y jóvenes y otro para adultos. Antes duraban cinco meses, pero ahora quiero que el de niños, niñas y adolescentes dure diez meses. Es importante destacar que cuando empezamos, hace años atrás, teníamos siete inscritos en total. Hoy llegamos a trabajar con aproximadamente cincuenta personas en paralelo en los distintos talleres, lo que me hace sentir muy orgulloso del trabajo realizado y por supuesto me lleva a reflexionar sobre la necesidad que existe de participar en este tipo de talleres artísticos.
¿Con qué te has encontrado en los talleres, qué tipo de historias aparecen?El otro día estábamos haciendo una actividad con los adolescentes y encontré necesario que nos pusiéramos a conversar de lo que estaba pasando en el país y al finalizar la clase una chica me dijo: “gracias, profe, porque en la casa no hablamos de esto”, y fue ahí que me di cuenta de que aún hay personas que no conversan estos temas con sus hijos y tratan de “protegerlos” de alguna forma. Ellos son parte de los cambios que se están generando y es importante incluirlos en las conversaciones para saber cómo les afecta, cuáles son sus opiniones y conclusiones.
Del tiempo que llevas en Antofagasta ¿crees que se valora más la cultura?, ¿es necesario generar más arte?
Sí, creo que ahora hay muchas más opciones culturales locales, hay obras, hay cine, talleres y actividades artísticas y eso es algo muy positivo para la región porque las personas tienen la oportunidad de elegir lo que quieren ver o dónde quieren asistir. Sin embargo, pienso que es necesario dar más importancia a las artes, es necesario que los FONDART y los diferentes proyectos que nacen desde la institución o el mundo privado sean más y mejores. Hay que decir que la burocracia implicada en estos procesos es agotadora y desgastante.
¿Y qué falta entonces para mejorar esta oferta cultural?
Validar el trabajo del gestor cultural como parte de un equipo, pero en este mundo de las artes uno está obligado involucrarse en todo, desde conectar un equipo de sonido, hasta diseñar la publicidad, actuar, ir a comprar y llevar la contabilidad. Y creo que uno debería estar enfocado en lo que sabe hacer y en lo que está preparado para hacer, diversificando los roles. Además, los recursos deberían ser más potentes. Hay veces que debemos sacar dinero de nuestro propio bolsillo para ejecutar proyectos y eso no debería ser así.
Cuéntanos de la obra ganadora para Santiago a Mil
Los diálogos de la Merced o ¿dónde fue que la cagamos?, de la Compañía Loba Teatro, es una obra que se escribió el año 2000 y nos hace ver que, aunque hayan pasado más de doscientos años de historia, seguimos igual como país; en ese sentido es una obra que está totalmente vigente. Formé parte del elenco en el año 2010 y hoy estoy como director, y con un elenco conformado mayoritariamente por mujeres. Es una obra que habla de los próceres chilenos y de su relación con el poder, o sea totalmente atingente a lo que seguimos viviendo en Chile. Tiene mucho humor negro e ironía.
¿Cómo se integra el arte a la sociedad?
El arte es fundamental para el desarrollo humano y como sociedad tenemos que dar espacio para su desarrollo. Actualmente, la Universidad de Antofagasta ya tiene una tercera generación de la carrera de artes escénicas y, por lo mismo, es importante que existan opciones para esas y esos estudiantes y futuros profesionales. Ellos deben tener garantizada la opción de trabajar sus artes, deberían existir espacios físicos donde puedan realizarlo y hoy creo que el escenario es complejo. Chile está pidiendo cambios, cambios efectivos y radicales. Desde mi palestra y lo que me toca entregar a la comunidad, yo hago teatro político, ya que me interesa que la gente se cuestione y reflexione sobre lo que pasa a su alrededor. Creo que todos debemos pensar cómo podemos aportar a un mejor país.