Quiero invitarlos a evaluar este año que tan rápido se nos fue. Hacer una evaluación debiera incluir un sinnúmero de factores como los económicos, la salud y, por supuesto, los emocionales.
¿Cómo nos fue este año? Siempre he dicho que no hay años buenos ni malos, sino que años en los que se aprende o años en los que no se aprende tanto. Sin embargo, tengo que reconocer que este fue un año muy duro para muchísima gente y no estoy excluida de ese grupo, lamentablemente.
Conversando con alguna gente sabia, a la cual suelo escuchar, llegamos a la conclusión que este año fue un año para “ver”. Este “ver” fue una invitación a correr un velo de los ojos para mirar aquello que dolía, pero que nos invitaba a hacernos cargo. Es como correr el telón de un escenario y ver escenas que nos muestran aspectos de la vida.
A algunas personas esa escena les mostró temas de salud, a otros sus propias sombras, infidelidades, miedos, autocuidado y tantas cosas que todos los seres humanos tenemos que enfrentar en muchos momentos de nuestras vidas. Frente a esto que se “vio”, algunos decidimos hacernos cargo y vivir el dolor y la desilusión que generalmente traen los duelos, y transitamos por este proceso casi todo el 2018. El resto de las personas que “vieron” y no se hicieron cargo, probablemente tendrán que volver a procesar el 2019.
Sin embargo con todo lo doloroso que pudo ser en el mundo interno y externo este 2018 —y de mi decreto de no querer aprender nada más del dolor, sino que solo desde la alegría y del gozo—, tengo que reconocer que la pelea con los enemigos internos es una pelea apasionante que, seguramente, continuará por mucho tiempo. Todo el resto de lo que debiera ser la evaluación de este año se los dejo a ustedes para que lo revisen desde la más absoluta libertad y se planteen todas las preguntas que quieran, y mientras más mejor.
Ojalá no formen parte de este enorme grupo que acabo de describir, para quienes este año fue muy duro, sino que hayan tenido un año lleno de abundancia y de sabiduría para vivir lo que les tocó. Dejemos de desear un año “sin novedades”, sino que nos traiga muchas. Que aprendamos a decir “de lo bueno, mucho”, y nunca más de “de lo bueno, poco”.
Ojalá pidamos que nos “sobre” y no que “ahorremos” dinero para centrarnos en la abundancia y no en el miedo para cuando falte. Evalúen lo que quieran, pero los invito a hacerlo para limpiar, soltar, perdonar, cerrar y poder empezar de nuevo. Al final, cuando llegue el nuevo año, lo único que debiéramos pedir es sabiduría. Pedirla para vivir lo malo que vendrá y agradecer lo bueno que, sin duda, nos inundará. Ojalá seamos capaces de verlo.