Las regiones tienen un valor único en cuanto a talento, recursos naturales y una perspectiva distinta a la santiaguina para enfrentar los desafíos locales y globales. Por eso, para diversificar y ser más desarrollados, mirar hacia las regiones es fundamental.
Sabemos que Chile es un país de contrastes y que nuestra variedad geográfica y cultural de norte a sur nos permite ofrecer al mundo productos y servicios únicos. Sin embargo, cuando hablamos de emprendimiento y desarrollo económico, pareciera que el foco y los recursos siguen concentrándose en Santiago. ¿Por qué, pese a que reconocemos nuestro valor, no damos pasos concretos para cambiar esta realidad? ¿Por qué nos cuesta visualizar que la descentralización es clave para fortalecer la innovación en las regiones y beneficiar a todo el territorio?
En Chile, las mipymes conforman el 98,6% de las empresas y concentran el 65,3% de los empleos formales. Con una población aproximada de 19,6 millones de habitantes divididos en 16 regiones, contamos con las capacidades para que el impulso emprendedor provenga de cada una de ellas. Además, las últimas cifras de desempleo dejan clara la necesidad de ampliar el origen de las actividades económicas. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), durante el trimestre junio-agosto el desempleo a nivel nacional se situó en un 8,9%, alcanzando su mayor nivel del año. En el caso de las mujeres, la tasa de desocupación registró un 9,4% y en relación con la informalidad, la tasa fue de 27,6%, con un alza de 0,9 puntos en doce meses.
Si queremos cambiar esta realidad y permitir que más personas accedan a una mejor calidad de vida, como sociedad tenemos la tarea de generar ecosistemas de emprendimiento y desarrollo profesional en cada rincón del país. Las regiones tienen un valor único en cuanto a talento, recursos naturales y una perspectiva distinta a la santiaguina para enfrentar los desafíos locales y globales. Por eso, para diversificar y ser más desarrollados, mirar hacia las regiones es fundamental.
¿Cómo avanzar? Lo primero es empoderar a las regiones para que sus habitantes confíen en sus habilidades de emprender y escalar negocios de manera autónoma. El paso siguiente es detectar a esos miles de hombres y mujeres con ideas disruptivas y canalizar el soporte local necesario para que estas puedan crecer. Programas de acompañamiento en las etapas previas, capacitación en herramientas de marketing y tecnología, acceso a fondos y créditos, y la conexión con redes son algunos ejemplos que se pueden poner en práctica tanto a nivel público como privado.
Actualmente, aunque existen iniciativas estatales para fomentar la inversión regional, todavía se requiere expandir el acceso a capitales más allá de Santiago. Además, hay falencias de base que debemos mejorar, entre ellas, la infraestructura, la logística, la conectividad, la formación técnica y profesional desde la juventud y la disponibilidad de recursos dentro de las mismas regiones, sin hacer sentir a los emprendedores locales que tienen que migrar a Santiago para que las cosas funcionen en serio.
Eso podemos evitarlo creando ecosistemas regionales que cuenten no sólo con micro, pequeñas y medianas empresas, sino que, además, con una cadena de valor compuesta por universidades, centros de investigación, redes de mentores, proveedores y clientes. Así, los proyectos surgen, se desarrollan, prosperan y, por qué no, se internacionalizan, sin ni siquiera pasar por la capital.
En un país como Chile, enfrentado en los últimos años a grandes desafíos económicos y sociales, es necesario diversificar para no quedarnos estancados, tanto en tamaño como en ideas. Si queremos que el emprendimiento regional crezca y prospere, necesitamos brindar las herramientas adecuadas en el mismo lugar donde nacen esos planes. Solo así podremos avanzar hacia un desarrollo sostenible y equitativo para cada rincón de nuestra tierra.