El arquitecto romano Marco Vitruvio escribía hacia el año 27AC el tratado De Architectura. En él definía tres principios básicos que toda edificación o intervención urbana debía poseer y armonizar; la solidez, la funcionalidad y la belleza. Han pasado siglos y estos conceptos siguen vigentes. Su desarrollo consiente demanda talento, compromiso y una visión particular; mismas cuestiones que valora y reconoce el Premio Pritzker, que desde 1979 viene premiando la trayectoria de arquitectos en ejercicio que han generando contribuciones efectivas a la humanidad y al entorno construido. El galardonado este año es Diébédo Francis Kéré, arquitecto Burkinés asentado entre Berlín y África Occidental.
Francis Kéré (1965) nace en Gando, poblado sin electricidad, agua potable ni escuela primaria, en Burkina Faso, uno de los veinte países más pobres según el Banco Mundial. A insistencia de su padre, que comprendía la importancia de la lectura y escritura, es enviado a los siete años a estudiar lejos de casa. Sus recuerdos son bien específicos: un salón oscuro, sin ventilación junto a más de ciento cincuenta niños, durante seis años. A la luz de dos becas migra hacia Alemania en 1985, primero a estudiar Carpintería y posteriormente arquitectura en la Technische Universität de Berlín. Aquí inicia su ruta de viaje en el ejercicio del oficio, lanzando la fundación Schulbausteine fuer Gando (Ladrillos para Gando) para financiar su primer proyecto: una escuela primaria para Gando. Este proyecto con presupuesto ajustado y necesidades básicas bien especificas, lo empujan a formar equipos de trabajo con su comunidad, estableciendo como directriz la revaloración y adaptación de técnicas vernáculas propias de su cultura.
Francis Kéré señala que la arquitectura le ha permitido mejorar la vida de su comunidad, generando oportunidades impensables. Espera cambiar el paradigma y empujar a las personas a soñar y arriesgase. Afirma que poseer un importante poder adquisitivo no te condiciona a desperdiciar material y que no tenerlo, tampoco te condiciona a no intentar crear calidad. “Todos merecen calidad, todos merecen lujo, todos merecen comodidad…, las preocupaciones sobre el clima, la democracia y la escasez son comunes para todos nosotros”. Sus obras, en Europa y principalmente en África Occidental, logran armonizar bellamente la reformulación de técnicas locales y un excelente diseño, desmarcándose de la precariedad, trazando respuestas efectivas a lo climático, espacial y sensorial.