Es una de las galardonadas con el premio Mujer Impacta. Con solo veintiún años es voz autorizada en el tema de maltrato escolar y preside una fundación que aporta con acciones concretas en colegios del país. Aquí, sus claves para una convivencia escolar positiva.
Por María Jesús Sáinz N. / Fotografías Andrea Barceló A.
Andrea Henríquez, ganadora del premio Mujer Impacta 2018 por su trabajo en la Fundación Volando en V, ha sido consistentemente generosa a la hora de compartir su historia. Ya sea en los medios, en la fundación que dirige o participando de la campaña “Elijo ser testigo” en conjunto con una importante empresa de retail, ha contado muchas veces su propia experiencia, ocurrida hace ya diez años, cuando siendo una alumna de sexto básico fue víctima de bullying.
Al conversar con ella se entiende por qué es tan importante revisitar su historia, que es particular en su forma, pero lamentablemente común en el fondo. Llevaba un año viviendo en Ecuador cuando un grupo de alumnas que no conocía la empezó a molestar. “Primero fueron cosas sutiles, malas caras, pelambres, luego empujones, y al final se fueron transformando en sobrenombres oficiales, canciones, una obra de teatro, cosas más vistosas”, dice.
Cuenta que el tema simplemente explotó cuando el grupo de agresoras mandó a hacer poleras con insultos contra ella, que las repartían abiertamente en el recreo, como si fuera normal. “Todo el colegio se enteró y básicamente se acabó la agresión”, pero lo interesante es que lejos de dejarlo ahí, personas de la comunidad escolar y especialmente las alumnas mayores del colegio, decidieron hacer una intervención. “Juntaron a toda la generación en una sala y nos explicaron qué es lo que estaba pasando, cosa que era muy distinta a lo que habían hecho las autoridades del colegio —suspender a las agresoras—, medida que era súper necesaria porque frenó lo que me estaban haciendo, pero que no solucionaba el problema de fondo”.
¿Y cuál era ese problema?
Esa medida no lograba que me dejaran de odiar o que me empezaran a invitar a sus casas. Había una exclusión que iba a quedarse por siempre.
¿Qué fue lo que finalmente permitió hacer el cambio profundo?
Cuando las niñas de cuarto medio nos explicaron con sus palabras, con sus historias y con sus formas, qué es lo que nos estaba pasando, nos hicieron aterrizar el tema de una manera que nadie lo había logrado, desde una dimensión cercana, humana. Fue muy especial lo que se produjo. Tanto, que las niñitas que me molestaban me pidieron perdón ese mismo día y me invitaron a sus casas. Fue instantáneo. Y me cambió la vida. Hoy las tengo entre mis mejores amigas.
A muchos escolares les puede haber pasado lo que a ti, pero algo hubo en tu historia que permitió esta resolución feliz ¿Qué crees que fue?
Creo que fue el apoyo de mi familia. Mis papás fueron muy criteriosos en todos los pasos y me ayudaron, más que a parar la agresión —porque eso muchas veces se escapa de las manos de la víctima— a manejarla de una manera en que yo saliera fortalecida, sin culparme a mí misma y entendiendo que hay más en la vida que eso. También me enseñaron a perdonar.
LAS AVES MIGRATORIAS
Hasta aquí la historia de Andrea no había salido de los límites de su colegio en Guayaquil y su entorno más cercano. “Estuve tres años encerrada en mí misma, sin querer enfrentar lo que me había pasado, pensando que ya estaba superado, hasta que me di cuenta de que una niñita lo estaba pasando mal en el colegio y me cayó la teja de que esto era algo que le pasaba a más personas”.
Fue así como con apenas catorce años se acercó a la directora del colegio y armaron una primera forma de intervención concreta. Desde entonces no han parado. En la Fundación Volando en V han realizado cientos de acciones, en decenas de colegios, y con la misma idea, es decir, donde los alumnos mayores ayudan a los más pequeños, como hicieron con ella en su momento.
Dice que la mejor manera de entender el centro del método que utilizan es observando a las aves migratorias. “Los pájaros vuelan en forma de ve corta. Este sistema funciona porque cuando un pájaro vuela adelante, le hace el vuelo más liviano al de atrás. Sin este sistema, no podrían recorrer las distancias que recorren. El líder tiene una carga más pesada y se turna con otro. Cuando uno tiene que parar, todos paran y lo acompañan y después siguen”.
Explica que como fundación quieren generar ese mismo ambiente de apoyo mutuo, capaz de prevenir situaciones de maltrato. “Los pájaros nos muestran una serie de ejemplos de compañerismo y, en definitiva, cuando un colegio o curso funciona de tal manera que el del lado es tan indispensable para mí como yo para él, y todos nos necesitamos para llegar a nuestras metas, es imposible que haya maltrato”.
VÍCTIMAS, VICTIMARIOS Y ESPECTADORES
Hoy Andrea estudia ciencias políticas en la Universidad Católica, pues quiso una carrera que le ayudara a “tener un pensamiento crítico de la sociedad”. Además de su reciente premio fue elegida entre los cien jóvenes líderes de El Mercurio en 2017 y premiada ese mismo año por Mujeres Influyentes. “Mi labor más desafiante es divulgar el trabajo de la fundación más que mi nombre, pero de todos modos estos reconocimientos le dan una plataforma visible a la fundación”, dice con humildad, a pesar de que a estas alturas es una experta en el tema.
¿Cómo ha cambiado el fenómeno del bullying desde que empezaste hasta ahora?
Yo creo que como sociedad estamos dando pasos positivos. Con la ley sobre violencia escolar ya tenemos un nombre específico para el fenómeno y una obligación para los colegios de tener un protocolo y un encargado de convivencia.
¿En qué ha aportado?
En que los colegios ya no pueden pasar este tema por alto. Antes estaba muy naturalizado y hoy como sociedad somos menos tolerantes ante cualquier tipo de maltrato. Y eso es un paso importante. Esto trae que se destapen muchos más casos y pareciera que tenemos un problema mucho mayor, cuando en realidad tenemos el mismo problema de siempre solo que ahora le ponemos un nombre.
¿Cómo es la ley que tenemos y para dónde debiera crecer?
Hay que cambiar el lenguaje con el que se trata el tema. Tenemos que hablar de conceptos más amplios para que se puedan abordar más tipos de casos, y también hay que ser un poco más claros en cómo trabajarlos, porque te exigen un programa, pero no te dicen qué elementos importantes debe tener. Otro tema muy importante, que estamos trabajando con la Seremi de educación a través de la confección de manuales, es incorporar el cyberbullying a la ley.
¿Por qué?
Porque el maltrato que se da por plataforma cibernética, tiene reglas completamente distintas. Se expande en cinco segundos, es anónimo, protege mucho al agresor, involucra muy fácilmente a personas que no tienen acceso a ti (o sea, te puede molestar alguien desde otro país) y si te cambias de colegio el problema te persigue. En el fondo se dan una serie de fenómenos que como sociedad no sabemos manejar.
¿Cuál es la solución?
La solución no es cortar el Internet, sino enseñar a usarlo y entender que la realidad virtual tiene que seguir los mismos valores que la realidad en persona.
¿Cuándo hablamos de bullying?
Es bullying cuando es constante en el tiempo y no es recíproco, sino que hay asimetría de poder. Ahora, nosotros como fundación no trabajamos el bullying, sino que hablamos de dinámicas de maltrato escolar, de violencia escolar en general.
¿Qué consejos les puedes dar a los padres?
Lo primero y lo más importante es que los papás tienen que entender que no basta con pasarle el problema al colegio. Los papás tienen un rol de educadores y formadores que jamás va a tener un profesor. Tienen que entender que si su hijo es víctima no necesariamente tiene problemas sociales. Muchos se preguntan qué está haciendo mal como padres, por qué lo están molestando, y esa tensión hace que la víctima sienta que es su culpa. Cuando tu hijo es agresor, tienen que entender que necesita ayuda. No es un demonio. Necesita tu atención. Y cuando tu hijo es espectador, tienes que ver esto como una oportunidad para educarlo en empatía y respeto.
¿A los niños, qué les dirías?
Si eres víctima, habla. Recurre a un adulto en el colegio o cuéntaselo a tus papás. Si no lo cuentas, eres en parte culpable de lo que está pasando. Así de simple. Si eres agresor, te tienes que dar cuenta. Suena súper simple, pero en verdad es lo que más cuesta. Y si eres espectador tienes que hacer algo porque si no estás en situación de agresor. Es así de simple. Aquí no hay grises. Es blanco o negro. O eres parte de la solución o eres parte del problema.
“Los pájaros vuelan en forma de ve corta. Este sistema funciona porque cuando un pájaro vuela adelante, le hace el vuelo más liviano al de atrás. Sin este sistema, no podrían recorrer las distancias que recorren”.
“Lo primero y lo más importante es que los papás tienen que entender que no basta con pasarle el problema al colegio. Los papás tienen un rol de educadores y formadores que jamás va a tener un profesor”.