Si empezamos a creer en nosotros, a conectar con quiénes en realidad somos, nuestra cultura y nuestras raíces, seremos capaces de ofrecer al mundo nuestro potencial. Es nuestra oportunidad de terminar de vivir siendo productores de los sueños de otros, y asumirnos creadores de nosotros mismo y de nuestros sueños. Podríamos realmente cambiar la historia.
La pandemia del COVID-19 ha generado importantes impactos a nivel sanitario, social y económico. Los efectos han repercutido en un estancamiento severo de la actividad, lo que obliga necesariamente al país a trabajar propuestas para la reconstrucción post crisis.
Las políticas sociales serán más cruciales que nunca para ir en alivio de las familias más golpeadas por la pandemia y, en el corto y mediano plazo, se requerirán políticas de reconstrucción económica que abarcarán necesidades, sobre todo en los territorios subnacionales, y focalizadas en la micro, pequeña y mediana empresa, que son las generadoras de la mayor cantidad de empleo en Chile.
En medio de esta tarea de reconstrucción, a mi juicio, surge una oportunidad importante: hacerlo desde el desarrollo local y —a partir de hoy—, potenciando el valor de lo “hecho en Chile”, comenzando a creer en que efectivamente podemos dejar de ser solo productores de commodities y pasando a desarrollar productos e innovación que nos puedan poner a la vanguardia en el mundo, en base a la creación interna.
Lo fundamental de los procesos de desarrollo local es lograr hacerlos con un equilibrio entre las cualidades típicas, culturales y específicas de “eso local”, con la integración necesaria en los procesos que van más allá de esas sociedades, y que se relaciona con lo global. Es decir, cómo vamos potenciando primeramente esos desarrollos y luego los vamos integrando a una sociedad que es intrínsecamente planetaria.
Estos cambios significarían un desafío para el país y requerirán por cierto la necesidad de adecuarse a un mundo con nuevas condiciones. No obstante, si ya definimos que debemos desarrollar un proceso de reconstrucción, no hay más que avanzar sobre este punto.
Sí, es cierto. En los colegios y universidades en general, hasta ahora no nos enseñaban a creer en nosotros mismos y en el valor de nuestra gente, cuando en realidad somos el motor de todo. Si empezamos a creer en nosotros, a conectar con quiénes en realidad somos, nuestra cultura y nuestras raíces, seremos capaces de ofrecer al mundo nuestro potencial. Es nuestra oportunidad de terminar de vivir siendo productores de los sueños de otros, y asumirnos creadores de nosotros mismo y de nuestros sueños. Podríamos realmente cambiar la historia.