Acostumbro a tomar desayuno leyendo los diarios. El porteño para estar al corriente de lo que pasa en “mi tierra” y en la zona. El de la capital, para saber lo que ocurre en el resto del país y del mundo. Temprano en las mañanas, salgo a recoger los diarios que me reparten y que los dejan algo retirados de mi casa, ya que vivo en un pasaje con tres casas por lado y antes aprovechaba de repartir a mis vecinos. Actualmente soy el único lector de la prensa escrita por lo que ya no lo hago.
Pero ya los desayunos no coinciden mucho con la lectura, porque ya no leo mucho, solo miro los títulos o leo algún artículo a la rápida. Ya casi no me interesan, siempre lo mismo, me aburren. La sección del diario que leo con más tranquilidad es el Obituario.
Ahora, encuentro que mi desayuno es más sabroso y disfruto mi rico huevo a la copa.