Formada en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y con 25 años de trayectoria, la investigadora es reconocida por su trabajo en producción de biofármacos, labor que busca aportar soluciones que optimicen procesos farmacológicos y terapéuticos.
La académica de la PUCV lidera el Centro Interdisciplinario de Investigación en Biomedicina, Biotecnología y Bienestar, entidad que tiene por objetivo –entre otros– reducir las brechas en materia de salud en la Región de Valparaíso.
Desde pequeña manifestó un marcado interés por aprender. Su pasión por adquirir conocimientos no tenía límites, por lo que sus gustos transitaban entre las humanidades, las ciencias y las artes. Fue así como al momento de decidir qué estudiar, ingresó a Ingeniería Civil Bioquímica en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), carrera que según dice no conocía, pero que la cautivó desde el principio por su carácter integrador, ya que reunía materias provenientes de diferentes disciplinas y se orientaba a aplicar la ciencia de la vida en la ingeniería.
Al desafío de cursar una carrera de pregrado incipiente en Chile, le siguió un programa de magíster en la misma universidad y un doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde descubrió el eje central de su quehacer académico y que hasta la fecha ha sido el motor de su trabajo: el desarrollo de biofármacos.
Oriunda de Quebrada Alvarado, en Olmué, región de Valparaíso, Claudia Altamirano (56) pudo haber hecho su carrera académica en Europa, sin embargo, siempre mantuvo la convicción de regresar a Chile con el propósito de contribuir al fortalecimiento de la academia y de la sociedad desde su región de origen. “El área de investigación que estaba desarrollando prácticamente no existía en nuestro país, era incipiente y sentía que realmente era un aporte. Entonces, las opciones de quedarme en Europa eran muy atractivas, pero jamás lo pensé, quería volver al territorio, quería volver a mi universidad –la PUCV– y a mi familia”, señala.
¿Qué dimensión de su trabajo le resulta más gratificante?
Trabajar e interactuar con gente joven. Ellos te mantienen lúcida, te desafían, demandan que estés al tanto de sus inquietudes, de sus transformaciones. Me gusta la movilidad, me gusta el cambio y los chicos te obligan a estar cambiando y no quedarse anquilosado.
¿Considera que su trayectoria la posiciona como un referente para nuevas generaciones?
Hay que aprender de los jóvenes, entonces, en la medida que uno muestre coherencia, creo que sí te vas transformando en un referente, aunque uno no lo busque. Yo también tuve mi referente, que fue mi tutora, mi colega y luego mi amiga. Es María Elvira Zúñiga, la primera mujer en obtener el Premio Nacional del Colegio de Ingenieros. Una mujer súper capaz, decidida y que siempre estaba impulsándonos.
La investigación se desarrolla de manera asociativa, ¿quiénes integran su equipo de trabajo?
Mi grupo está constituido por cinco investigadores postdoctorales, alrededor de ocho estudiantes de doctorado y estudiantes de magíster, además de mi plataforma de colaboración nacional e internacional. Es un grupo de investigación tremendo, donde concurren personas interesadas en hacer transformaciones complejas, cambiar las formas de la economía del país, aunque sea de a poco. Mi grupo es muy diverso, está constituido por un número importante de mujeres y personas con diferentes perspectivas de género. Siento que es un equipo que no solamente realiza buena investigación, sino que son personas que se van a transformar en promotores y transformadores de su espacio.
CENTRO DE BIOMEDICINA
Cuando viajó a realizar su doctorado en Barcelona, la académica Claudia Altamirano tenía claro el rumbo que deseaba darle a su trabajo, sin embargo, el grupo de investigación en el que había decidido participar no tenía cupo y debió optar entre otras dos líneas. Fue ahí donde descubrió una temática desconocida para ella y que la ha acompañado durante sus 25 años de carrera: el desarrollo de biofármacos en cultivos de células mamíferas.
Desde entonces esta ha sido su especialidad y gracias a ella ha podido dedicarse a trabajar en torno a grandes enfermedades, como el cáncer o el tratamiento de la artritis reumatoide, con el propósito de impulsar avances tecnológicos que permitan mejorar la eficiencia de los procesos farmacológicos y terapéuticos.
A lo largo de su trayectoria ha obtenido múltiples fondos concursables para desarrollar sus proyectos, entre ellos Fondecyt y Fondef. Pero sin duda uno de los más grandes ha sido el FIU Frontera, un fondo institucional del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, al que la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso postuló con un proyecto desarrollado por Claudia Altamirano, en torno a la creación de un centro interdisciplinario de salud y bienestar. Al adjudicárselo, en 2024, la PUCV se consolidó como el primer plantel regional en obtener ese financiamiento y ello le ha permitido a la investigadora seguir proyectando su trabajo en beneficio de la ciencia y las personas.
¿En qué líneas temáticas se focaliza su trabajo?
Mis dos grandes líneas son la producción de biofármacos basados en proteínas recombinantes y las terapias avanzadas, basadas en células. También existe una tercera línea, donde como grupo de investigación hemos contribuido, el desarrollo de vacunas para el sector acuícola.
Actualmente lidera un importante centro de investigación. ¿Cómo se gestó su creación?
Hace cerca de dos años, por mandato de nuestra Rectoría, se me solicitó la creación de un centro de investigación de excelencia en salud, donde hubo que reunir cuáles eran las capacidades que tenía la PUCV en materia de salud y bienestar. Se llama “Centro Interdisciplinario de Investigación en Biomedicina, Biotecnología y Bienestar”. Para formarlo conversé con académicos de diferentes facultades y descubrí que hay mucha gente trabajando en ello desde diferentes ámbitos, por ejemplo, en Salud Mental, en Educación Física, en Teología con el acompañamiento espiritual de pacientes con enfermedades terminales o en Ingeniería Informática con el tratamiento de imágenes. Hay un sustrato fértil en la Universidad para tener un centro de investigación que integre estas capacidades y que permita un trabajo interdisciplinario y de mayor impacto. Todo comenzó con recursos internos y posteriormente concursamos y nos adjudicamos el FIU Frontera, que tenía cuatro desafíos país y uno de ellos era la salud y el bienestar.
¿Cómo visualiza el aporte que están realizando desde el centro de investigación?
La Región de Valparaíso es una de las que presenta los índices más altos de envejecimiento y con mayor cantidad de enfermedades crónicas no transmisibles, como hipertensión, cáncer, obesidad y diabetes. También tenemos un importante número de personas con enfermedades autoinmunes y hemos hecho un acercamiento con asociaciones de pacientes de enfermedades raras o poco frecuentes, que es un segmento de la población muy abandonado. Actualmente se investiga mucho en materia de envejecimiento, pero hay poco trabajo en enfermedades raras; todavía nuestra región tiene brechas sustanciales y requerimientos enormes en temas de salud y bienestar. Creo que podemos contribuir a disminuir estas brechas en conjunto con todos los otros actores que ya tienen más tiempo que nosotros en este ámbito.
¿Cómo proyecta su quehacer investigativo en los próximos años?
Ojalá que podamos avanzar en estas metas que nos hemos propuesto de la manera más decidida y de forma exitosa. Me imagino en este centro, trabajando en esta investigación o en su defecto seguir en mi equipo formando gente y colaborando como lo he hecho hasta ahora. Soy feliz haciendo lo que hago. Tiene momentos ingratos, como todo en la vida, pero poniendo en la balanza es bueno. Además, tengo una familia que me acompaña en todo esto, una hija espectacular, un marido maravilloso, que me han permitido compatibilizar mi vida familiar y académica. La investigación, con sus demandas y desafíos, a veces me agota, pero no me resta, dado que se ha convertido en una parte esencial de mi vida. Para mí, representa un compromiso profundo y una pasión por transformar, crear y trascender. Este compromiso, esta pasión, y el esfuerzo conjunto con estudiantes son lo que da vida y sentido a los logros.