Recientemente reconocida como Mujer Impacta 2022, esta historiadora hizo de su dolor —la muerte de su hijo recién nacido—, un espacio de contención y apoyo para otros papás que estaban pasando por lo mismo. Con una generosidad inmensa se puso al servicio de los demás y sacó adelante una fundación que ayuda a visibilizar el duelo tras la muerte de un hijo y cómo vivirlo. “A Benito hoy le diría gracias por darme la oportunidad de derribar muros de la mano de otras madres y padres, muros de silencio, de indolencia, de ignorancia. Muros de almas dormidas. Gracias por eso”.
Por Macarena Ríos R./Fotografías Javiera Díaz de Valdés
“Ya el hecho de estar en pie es un acto heroico, después de que la vida nos hizo pebre”, dice Blanca, micrófono en mano, la emoción contenida, frente a unas quinientas personas apostadas en el Parque Juan Pablo II. Es sábado, 15 de octubre, el día mundial de la “Concientización del duelo gestacional y perinatal”. Y aunque no es la primera vez que la Fundación lo celebra —junto con otras organizaciones—, ni la primera vez que Blanca se dirige a la comunidad, la emoción y la pena la vuelven a embargar. Como el primer día. Porque como me dirá a lo largo de esta entrevista, “este es un proceso que no termina jamás”.
En ese parque, las estrellas blancas hechas de papel se hunden en la tierra. Cada una tiene el nombre de un niño, de una niña. De miles de almas que hoy, gracias a la Ley Mortinato #tunombreesmirecuerdo, pudieron ser registrados en el Registro Civil y ser llorados con propiedad y dignidad. “La fundación está hecha por todas esas estrellas que iluminan”, sentencia.
Han pasado ocho años desde la muerte de Benito, el primogénito de Blanca.
¿Cómo se reconstruye esa Blanca?
Es una reconstrucción dura porque se vienen abajo muchas cosas, como la fe infantil con la que una creció. Me acuerdo preguntar y preguntarme: si Dios es amor, ¿por qué me manda una prueba así? En ese tiempo pedí un acompañamiento espiritual a los jesuitas, busqué personas que me dieran respuestas nuevas. Fueron momentos oscuros en donde replanteé mi fe. Porque, ¿quién está preparado ante la muerte de un hijo?
Frases como “el tiempo todo lo cura”, “es un angelito en el cielo”, “ya va a pasar” no hacían más que agrandar el espacio vacío que había quedado en su corazón. En ese tiempo escribió mucho, leyó mucho, lloró mucho. “Cuando sufres la muerte de un hijo te vuelves sustancialmente otra persona. Yo me miraba al espejo y no me reconocía. ¿Quién es esta mujer tan amargada? Me costaba reírme”.
EL REGALO DE BENITO
Blanca perdió a su hijo el 2011. Luego del parto lo tuvo en sus brazos por cuarenta y cinco minutos, que fueron sagrados, rotundos. A raíz del dolor más grande que alguien puede vivir nació la solidaridad y el acompañamiento, porque compartiendo su experiencia con otros, Blanca se dio cuenta de que no estaba sola, de que no era la única.
“Nos dimos cuenta de que no estábamos locos por sufrir tanto, sino que era un proceso normal que se te derrumbara el mundo, que la sociedad no supiera cómo abordarlo”.
Entonces decidió sacar adelante la Fundación Amparos, un espacio de contención y escucha que ya lleva ocho años acompañando a madres y padres que perdieron a sus hijos, ya sea durante el embarazo, el parto o a temprana edad. “Cuando conversas con otros papás que han vivido lo mismo, entras altiro en un espacio de confianza. Es una conversación sin adornos, es una conversación nutritiva y honesta, en la que no hay juicios”.
Por ahí hablabas de los regalos que dejan los hijos que parten y lo lindo de atesorarlo y tenerlo como un bastón para los momentos de tristeza. ¿Qué regalo dejó Benito en sus vidas?
¡Tantos! En mi caso fue un descubrimiento personal de lo que era capaz de hacer. Nunca me imaginé emprendiendo nada. El me ofreció la oportunidad de hacer algo con un sentido al que no podía rehuir, me regaló la mirada compasiva, esa que habla de juzgar menos.
“Luego de la partida de Benito quedé súper frágil. Es un mito eso que dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Yo estoy muy sensible a miles de realidades que antes simplemente no veía”.
El acompañamiento y la ayuda terapéutica son clave. “En el duelo, los sicólogos nos enseñan que existe este vaivén entre la vida y la muerte. Hay que entender que es un proceso lleno de aristas, en el que cuesta mucho separar el dolor asociado a tu hijo. Como fue tan corta su vida, el dolor de su ausencia te marca mucho. Es importante transmitir que puedes separar el amor a ese hijo del dolor que te provocó su muerte y que el hecho de recordarlo no necesariamente te va a hacer sufrir”.
CHALLA DEL CIELO
La fundación la componen padres que tienen en común la pérdida de un hijo. Son ellos mismos los que generan encuentros con otros papás que han pasado por el mismo dolor, los que elaboran, con el apoyo de especialistas, los cursos de formación y el desarrollo de
protocolos de atención en las áreas de salud y psicosocial. También entregan las llamadas “cajas de memoria”, que son cajas que se regalan a los padres para que puedan almacenar en ella objetos y recuerdos de su guagua, y les sirva como una herramienta de ayuda a la hora de despedirla y de enfrentar el proceso de duelo, para que puedan almacenar en ella objetos y recuerdos de él, y les sirva como una herramienta de ayuda a la hora de despedirlo y de enfrentar el proceso de duelo.
“Nuestra cajita habla por sí sola. Invita a crear recuerdos, a escribirle, a poner un mechón de pelo. Lo más lindo es que rescata intuiciones y que a través de su entrega, queremos decir “nos importa lo que están viviendo”.
Como fundación ayudaron a impulsar la Ley Mortinato y colaboraron en la redacción de la Ley Dominga, ¿qué es lo que viene para el 2023?
Falta mucho por hacer, la ley Dominga, que establece protocolos en clínicas y hospitales que ayudan a los equipos médicos a abordar la muerte de una guagua en su servicio, no tiene financiamientos asociados. Entonces, los hospitales deben incorporar protocolos peleando por los recursos de las capacitaciones y los equipos de salud están muy demandados. Participamos en un proyecto piloto del Minsal, asesorando en la creación de dos mil cajas de memoria, estamos trabajando para que se haga nacional. ¿Sabías que en otros países existe lo que se llama “cunita fría”? Es una cuna a baja temperatura que le da tiempo a una mamá que se le ha muerto su guagua para despedirse de ella con dignidad. También queremos tener una sede para poder recibir a los papás, porque actualmente los encuentros presenciales son en espacios que nos presta una municipalidad o colegios. Sueños no nos faltan.
¿Cuál es tu receta personal?
La frase “cada día tiene su afán” es un infalible. Otras ideas son: Un paso a la vez. Busca hacer lo que tenga sentido para ti. La risa no es olvido, con ella lo haces sonreír, donde él o ella esté. Busca a quien sepas que te puede oír y abrazar. Quiérete y descansa. Descansa y no te obligues. Pero cuidado con aislarte. Expresa, saca fuera lo que tienes guardado. Sólo así habrá un espacio para la fe, la esperanza, para el cariño que te rodea. Por muy imperfecto que sea.
¿Cómo te llega este reconocimiento?
Es como estar de cumpleaños sin estarlo, como que me cayó challa del cielo. Muy lindo, porque fue sorpresivo e inesperado. Y también compartido. Es un premio maternal, que abraza, que regalonea y que nos va a ayudar a visibilizar y abrir todas esas puertas que nos ha costado tocar.
“Si hemos llegado tan lejos ha sido por el valor de lo colectivo. Somos personas que hemos sobrevivido a un dolor y a pesar de eso sonreímos”.
@fundacion_amparos
www.amparos.cl
CAJA DE MEMORIA
La caja de memoria facilita en varios aspectos la elaboración del duelo de los padres: les ayuda a aceptar la muerte, le da espacio a expresar su dolor y amor contenidos, a realizar ritos necesarios de despedida significativos para la historia de esos padres y familias, a sentir que la existencia de ese bebé es reconocida por otros (por quienes le regalan la caja) y a ver validados sus sentimientos por esta pérdida. Existen en varios países y cada día se integra en más hospitales del mundo. A través de las cajas de memoria, estos padres logran sobrellevar el dolor, transformarlo en recuerdo y ser guiados en su sanación.
CARTA A BENITO
“Hoy, a varios años de la muerte de Benito, todos los momentos felices de la vida, toman un relieve inusual, desconocido para mí en su intensidad y frecuencia. Su recuerdo, su huella permanente, nos hace destacar todo lo que merece la pena amar en la vida. Vuelve sagrado aquello que antes veíamos como simplemente cotidiano. Y en ese sentido, nos lleva a lo esencial y original: la felicidad no está más allá. Está acá mismo, en el origen de cómo miras lo que te sucede y te rodea. ¿Qué fue Benito para mí? Benito fue un regalo de amor. Fue el hijo que me ha rodeado de vida, con su muerte. Quiero llorar su muerte, no llorarlo a él.
Y por eso hoy le agradezco, con tanta infinitud, lo que soy. Le agradezco el percibir con más nitidez cada belleza que se nos atraviesa, cada humanidad, cada solidaridad, cada gesto de ternura, cada presencia amable que se nos presenta en nuestra vida.
Sé que soy la mamá que soy con su hermana, porque él me ha impulsado a serlo de esa manera. Y sé también por eso, que ella, llegado el momento, también hijo, te va a querer agradecer. Te amo, sin ningún adorno. Blanca, tu mamá”.