Arenas poco profundas

Por Marcelo Contreras

DUNE. HBO MAX. 

“Star Wars para adultos”, es la definición del director canadiense Denis Villeneuve para su versión de Dune tras la vapuleada cinta homónima de David Lynch, en 1984, que resultó un fracaso de taquilla con el realizador de culto acusando falta de control creativo, y el ambicioso proyecto fallido de Alejandro Jodorowsky, de mediados de los setenta, que involucraba un reparto increíble con Orson Welles, Salvador Dalí y Mick Jagger, junto a los diseños de H.R. Giger y la música de Pink Floyd, entre otras estrellas. Aunque Dune de Jodorowsky no alcanzó a ser filmada, sus diseños causaron profundo impacto en el cine de ciencia ficción a partir de Alien (1979).

La versión de Villeneuve se concentra en el año 10191 en la disputa de la explotación de la Especia, elemento clave para los viajes interestelares, abundante en el desierto de Arrakis, un sitio inhóspito asolado por gigantescos gusanos que se desplazan devorando todo a su paso, en las arenas habitadas por el antiguo pueblo de los Fremen.

El emperador decide terminar la concesión a la casa Harkonnen y su violento dominio de Arrakis, para traspasar la tarea a la casa Atreides liderada por Leto, cuyo heredero es Paul, un joven con particulares poderes y un mesiánico destino ligado a los Fremen.

Efectivamente, Dune responde a la sentencia de su director, sobre complejizar la obra cúlmine de George Lucas. La monumentalidad, los diseños de las naves, los escenarios exóticos, el vestuario y la grandilocuente banda sonora de Hans Zimmer son elementos trabajados con maestría bajo la intención de seducir y sobrecoger. Es la clase de cinematografía que merece ser disfrutada en la pantalla grande por el espectáculo visual y sónico, en atractivo maridaje.

A la vez, Villeneuve deja una sensación similar a los resultados de Blade Runner 2049 (2017), su segunda parte del clásico protagonizado por Harrison Ford: sobra metraje como pretensiones de profundidad, en largos planos de escaso diálogo.

El realizador asegura que Dune tiene resonancias con el siglo XXI —el agua es escasa en un planeta desertificado— y que, por lo mismo, resulta atingente. Puede ser. Pero también suena algo desmesurado, tal como las pretensiones de la cinta.