Leo un editorial de la prensa porteña sobre “Nuevo destino para antiguos edificios”, donde se comenta cómo las universidades están aprovechando viejos edificios, especialmente de industrias. Se salvan, así, valiosas construcciones que han resistido el paso del tiempo, para ser utilizadas en educación.
Al leer sobre la antigua planta cervecera de Limache, recordé cuando, en 1958, le dije a mi amigo Antonio Pérez que viajaba a Alemania con el Conjunto de Acordeones, invitado por la fábrica de Acordeones Honner. Antonio trabajaba en las oficinas de la CCU en Valparaíso, y me contó que tenía contacto con una fábrica alemana, de la que importaban la materia prima para sus gaseosas.
Al llegar a Alemania, me entrevisté con la persona que tenía correspondencia mi amigo Antonio y al saber que deseaba quedarme un año, ya que el pasaje de ida y vuelta tenía esa duración, y que mis deseos eran especializarme en refrigeración industrial, me entregó una carta y su traducción al castellano para la industria que me recomendaba.
Lo increíble, y es por eso que recuerdo esos años, es que la carta decía al final: “El portador desea trabajar y hacer práctica en su industria, y no se olviden que los chilenos les compraron a ustedes las máquinas para la industria que tienen en la ciudad de Limache”.
Recuerdo, además, que Chile era el único país donde una gaseosa se llamaba Bilz, que era el apellido de uno de los fundadores de la firma alemana. Allá la bebida se llamaba “Sinalco”, diminutivo de “sin alcohol”.