La cooperativa Al Atayeb —“Las Delicias”, en libanés— es un ejemplo de cómo estas organizaciones responden no solo a las necesidades propias de una economía, como fomentar el empleo con perspectiva de género y la autorrealización de las personas, sino también a afrontar temáticas claves, como una mayor valorización de las mujeres en diversos frentes sociales. En este caso, en la formación, mantenimiento y sostenibilidad de las empresas.
A lo largo de la historia, el rol de la mujer siempre nos guía por los caminos de la dedicación y la perseverancia. Ejemplos hay miles, pero hoy me quiero enfocar en una experiencia cooperativista proveniente del Líbano, donde un grupo de ellas sale adelante por medio de sus agallas y las oportunidades que brindan sus costumbres locales.
Toda esta historia comienza con Samira Zoughaib Akiki, quien es presidenta de Al Atayeb. Una cooperativa radicada en Kfardebian, al norte de Beirut, dedicada a la producción de alimentos tradicionales de su cultura, entre las que se distinguen las mermeladas de cítricos y de frutas, el puré, elaborado con las mismas, así como el famoso “Makdous libanés”, con berenjenas en escabeche.
“Enseñar habilidades de procesamiento de alimentos fue mi forma de empoderar a las mujeres”, reflexiona Akiki, quien, desde hace dos décadas, se dedica a la industria alimentaria, dictando talleres de procesamiento de alimentos y de capacitación para otras como ella. En una publicación web de la ONU, asume que esta tarea también la empoderó como líder, al rodearse de mujeres visionarias, trabajadoras y generosas, por medio de un modelo económico por el cual, además de generar oportunidades laborales únicas, garantiza el beneficio colectivo proveniente del éxito de la empresa.
Un camino que no ha sido fácil, dados los conflictos bélicos y culturales que arrastra el país oriental, además de todos los agravamientos provocados por la pandemia. Pese a ser un modelo virtuoso, no hay cooperativa que no sea ajena a su contexto, por lo que seguro esta y otras organizaciones de dicha nación vieron todo cuesta abajo.
Samira, como gran innovadora, escudriñando en todos los recovecos posibles para encontrar una solución, supo de un programa de la ONU dedicado a empoderar a las mujeres pertenecientes a este sector, reflejado en apoyos económicos para proveer de sueldos dignos, generar la compra de las materias primas necesarias y los equipos funcionales para explotar su negocio.
La iniciativa ha ayudado a más de noventa cooperativas de diferentes zonas del Líbano, con números que arrojan al menos seis mil beneficiarias de este proyecto financiado por el Banco Alemán de Desarrollo KfW, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Una actividad que sigue la línea de la agenda de la ONU, especialmente, en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales se esmeran por un compromiso global para alcanzar la igualdad de género.
Un estudio, comisionado por la Organización Internacional del Trabajo y la Alianza Cooperativa Internacional, profundizó en el papel preponderante que tienen las cooperativas en el empoderamiento femenino. Un 80% de los encuestados, provenientes de este tipo de agrupaciones económicas, vieron en el modelo cooperativo un vehículo eficaz para asegurar la igualdad de género, junto con un 75% que sintió que las cooperativas habían mejorado la cantidad y la calidad de la participación de las mujeres en los últimos veinte años.
Lo anterior no solo considera el valioso apoyo que significa este trabajo en Kfardebian, haciendo que ellas se sientan orgullosas de sí mismas y de su comunidad, sino que potencia el trabajo con sentido y de servicio al bien público, por medio de un oficio que, en cualquier parte del mundo, guarda un arraigo significativo, como sucede con la gastronomía. Algo que es posible gracias a las manos de cada una de ellas, además de su esfuerzo.