A pesar de los fans

Por Marcelo Contreras

“Rechazar, resistir”, repetía Refuse/resist, uno de los singles de Chaos A.D. (1993) de Sepultura, los reyes del metal sudamericano por casi cuarenta años. Aquel álbum, el quinto de su discografía, dividió a los seguidores porque la banda agitaba groove metal en su coctelería, una veta que mezcla matemática y cadencia, imprimiendo una nueva dinámica al género más pesado, pesimista y aficionado al horror de la música popular, creado por Black Sabbath en la industrial Birmingham hace más de medio siglo. La sentencia la había leído el cantante y guitarrista Max Cavalera en la chaqueta de un Pantera Negra en el metro de Nueva York. Imaginó una revuelta —vehículos incendiados junto al ulular de sirenas—, para componer un riff y una letra representativa del caos y la violencia avanzando por las calles.

Para los fans que veían en Sepultura la máxima expresión del thrash metal desde el cono sur, la apertura fue un cisma. A esa tribu le suele costar una enormidad adaptarse a las aventuras y exploraciones estilísticas de sus favoritos. Judas Priest lo vivió en carne propia con Turbo (1986), cuando sonidos sintetizados y programados abiertamente más poperos, interfirieron su señal tradicional. Metallica ha cruzado varias veces esa línea; primero con la evidente apertura comercial del Black album (1991), seguido del coqueteo con el metal alternativo materializado en Load (1996), luego St. Anger (2003) por su sonido espeso y la ausencia de solos de guitarra, y finalmente la alianza con Lou Reed que arrojó el incomprendido y denostado Lulu (2011), que enerva a los fans de solo ser mencionado.

El quiebre de Sepultura provocó una reacción en cadena. Korn, la banda que estaba a punto de inaugurar el nü metal hace exactos treinta años —también resistido por la vieja escuela del heavy—, fue influenciada por el giro de los brasileños, que a su vez demostraron el profundo impacto del sonido de sus discípulos, en su propia música. Reclutaron a Ross Robinson, el productor del debut de Korn, publicado el 11 de octubre de 1994, para su siguiente álbum Roots (1996).

Así se desarrolla la música, en un continuo evolutivo donde la influencia entre pares empuja nuevos límites, a pesar de los fans alérgicos a la novedad.