No quiero más discos

Por Marcelo Contreras

Enrique Iglesias (48) declara que no grabará más álbumes. Aleluya, dirán algunos, en tanto su fanaticada sabe que el astro español ya había anunciado, en 2021, la decisión de abandonar el formato, no así las grabaciones. A futuro, debiéramos tener más canciones suyas —de seguro con invitados, como hoy se estila—, disponibles en plataformas y aplicaciones mediante singles.

El hijo de Julio Iglesias e Isabel Preysler lleva casi treinta años publicando música —debutó en 1995—, siendo testigo de dramáticos cambios en la industria, con los sellos que enfrentaban una severa crisis en el nuevo milenio. El asentamiento de internet y las consiguientes descargas gratuitas, provocaron una drástica caída en la venta de discos compactos, el soporte reinante desde los noventa. Hubo fusiones que dieron vida a gigantes corporativos con una oferta estilística más chata, y un aprendizaje más lento que otras ramas de la industria de los espectáculos —el cine, por ejemplo—, con un control de daños más eficiente ante la piratería.

Sin embargo, hacia fines de la primera década de este siglo, se configuró otro giro en el consumo: la gente ya no escucha álbumes completos, sino canciones sueltas, empleadas como sencillos promocionales. Poco a poco se instaló la costumbre de adelantar discos mediante singles y completar con material inédito, una dinámica en ejecución hasta ahora. Shakira lo hizo con su último álbum Las mujeres ya no lloran.

Lo que parecía una novedad, en estricto rigor no es tal. En una enésima actitud pionera, Los Beatles son los responsables de darle un sentido a sus longplays, más allá de aglutinar una serie de canciones grabadas por separado, configurando un sonido, enfoque y estética a partir de Rubber soul (1965), gesto que se institucionalizó en el mundo del pop. Pero toda la explosión del rock & roll capitaneada por Elvis Presley en la década del cincuenta fue mediante singles, y lo mismo sucedió con La Nueva Ola creada por Camilo Fernández, que viajaba a Estados Unidos, compraba discos de 45 rpm, y ponía a grabar a jóvenes locales aspirantes a estrellas. La historia da vueltas como un viejo vinilo.