Mónaco: Lujo en la Costa Azul

A orillas del Mediterráneo, Mónaco sorprende no sólo por ser un reconocido centro financiero, sino por su belleza natural entre los cerros y el mar. Tierra de príncipes, del famoso Casino de Montecarlo, el Gran Premio de Fórmula 1 y pintorescas calles, este pequeño principado encanta por su elegancia e historia en cada rincón. Una preciosa ruta que visitó la fotógrafa Javiera Díaz de Valdés.

Texto María Inés Manzo C. / Fotografía Javiera Díaz de Valdés

“Mónaco era un destino que había quedado pendiente en mi último viaje a Europa y que no podía volver a perder. Desde Milán, Italia, tomé un bus que pasó por Génova y Niza; y luego tomé una van hacia Beausoleil en Francia. Esta última parada es una excelente recomendación para alojar, si decides ir por más de un día a Mónaco, ya que los precios son mucho más asequibles para un turista común y se encuentra tan sólo a minutos.

En esta oportunidad decidí no tomar guía, porque una de las ventajas de Mónaco es que puedes recorrer sus principales atractivos a pie y todos están relativamente cerca. Pero hay que tener en consideración la gran cantidad de escaleras y subidas hacia el cerro que requieren de un buen estado físico (sólo en algunas zonas hay escaleras mecánicas y ascensores), por eso muchos visitantes arriendan autos diarios para recorrer esta ciudad y, luego, seguir por la Costa Azul. Si esa es tu opción, la recomendación es levantarse muy temprano porque hay muchos lugares que te van a sorprender.

Conocido oficialmente como Principado de Mónaco, está situado en la Riviera Francesa, a sesenta y dos metros sobre el nivel del mar. Si bien es uno de los países más pequeños, es también uno de los lugares con más millonarios del mundo y que se ha hecho famoso no sólo por sus lujos y espectáculos, sino que también por su seguridad. Puedes recorrer tranquilamente tanto de día como de noche.

CASINO DE MONTECARLO

El primer día bajé desde Beausoleil, por un sinfín de escaleras, hasta llegar a la calle del comercio: Boulevard des Moulins. Aquí se puede encontrar una gran cantidad de preciosas tiendas y boutiques de lujo con destacadas marcas internacionales, además de supermercados que, sorprendentemente, tienen precios muy parecidos a los chilenos. Es un paseo muy bonito con edificios que van contrastando entre arquitectura tradicional y moderna.

Desde allí, llegué directamente al Casino de Montecarlo, uno de los principales atractivos turísticos. Una de sus curiosidades es que para los ciudadanos de Mónaco está prohibido entrar a las salas de juego, para así evitar el endeudamiento.

Construido en 1878 por el arquitecto Charles Garnier, que también creó la Ópera de París, es un edificio que encanta por su belleza y, también, por ser un lugar que recibe diariamente a las personas más ricas del planeta. Es más, muchos turistas sólo lo visitan de noche para ver cómo los millonarios ganan o pierden dinero por montones, porque es un verdadero espectáculo.

Junto a la Plaza del Casino, en el corazón de la ciudad, se encuentra otro de los puntos imperdibles: el famoso Hotel de París. Un maravilloso palacio, de estilo Belle Époque, inaugurado en 1864 por el príncipe Carlos III de Mónaco, que es parte de la elite de hoteles de lujo de la zona. Este es uno de los puntos favoritos de los espectadores del Grand Prix, gracias a su vista panorámica. Además, aquí se han grabado numerosas series de televisión y películas, entre las que destacan GoldenEye y Nunca digas nunca jamás de James Bond.

Desde allí es muy fácil llegar hasta el Club de Yates, que cuenta con lujosas embarcaciones, un precioso paseo con miradores y los mejores restaurantes gourmet a su alrededor.

CASCO HISTÓRICO

En esta tierra de monarcas no podía dejar de visitar el Palacio del Príncipe, residencia de los Grimaldi desde hace casi setecientos años, incluyendo al Príncipe Alberto II, actual soberano. Para llegar hay que ir bordeando la famosa Roca de Mónaco, sitio donde se ubica el casco histórico y patrimonial. Desde los pies del cerro te puedes encontrar con distintos miradores, esculturas e iglesias que cuentan de su historia y que pareciera ser un gran museo al aire libre.

Una de las gracias del palacio es que se encuentra abierto al público, gran parte del año, y todos los días a las 11:55 se realiza el cambio de guardia, donde los guardias reales son acompañados por una preciosa orquesta.

Al ir recorriendo las calles se pueden apreciar maravillosas edificaciones como el Palacio de Justicia o el Museo Oceanográfico (donde Jacques Cousteau fue director durante muchos años), monumento arquitectónico con una fachada impresionante, junto a un acantilado, y a una altura de ochenta y cinco metros. Su interior tiene una enorme colección de fauna marina, modelos de barcos, el esqueleto completo de una ballena y un acuario en el subterráneo, por mencionar algunos atractivos.

En la zona histórica está prohibido andar en traje de baño y hay una gran cantidad de normas para que los turistas respeten el entorno. En este recorrido también visité la Catedral de San Nicolás, principal lugar de culto del país, cuya religión oficial es el catolicismo, y donde se encuentra enterrada la dinastía Grimaldi, incluidos los príncipes Raniero III y Grace Kelly (padres del Príncipe Alberto II).

GRAND PRIX

Otro de los imperdibles es el Grand Prix o Gran Premio de Mónaco, competencia internacional automovilística de Fórmula 1 que se disputa una vez al año entre las principales calles y puntos turísticos de la ciudad. A los pies del cerro se encuentran las graderías y es muy fácil encontrar, en distintos puntos, esculturas de autos de carrera antiguos.

Para los amantes de las cuatro ruedas, y al lado de las graderías, se encuentra el Museo del Automóvil de Mónaco, un moderno edificio de cinco pisos, que está prácticamente bajo tierra, en las Terrasses de Fontvieille. Los vehículos eran parte de la colección personal del Príncipe Rainiero III de Mónaco y que fueron reunidos en un periodo de treinta años. En general es un recorrido muy entretenido donde hay más de setenta autos de todas las épocas, de lujo, clásicos y de carreras (que compitieron en el Rally de Montecarlo, los Grand Prix de F1 de Mónaco o en el París-Dakar.). Además, a través de varias pantallas gigantes se va contando la relación de la familia con los automóviles.

Hay piezas únicas, como un Chrysler que Rainiero III trajo, especialmente, de Estados Unidos, para ir a buscar a la princesa Grace al puerto; o el Lexus con cabina trasera de cristal, hecha para la boda de Alberto II y la princesa Charlene en 2011.

Para finalizar la visita, recomiendo volver a la parte baja del Club de Yates, en medio de la costanera, para disfrutar de la música y las esculturas que se encuentran en una plataforma, tipo muelle, hacia el mar. El atardecer es espectacular, ya que el sol se oculta tras el cerro y es una de las postales más bonitas para despedirse de Mónaco”.