Profesora del curso de Composición y guía de expediciones, la vida de Constanza gira en torno a la fotografía, su pasión desde pequeña. “Dicen que los fotógrafos somos súper tímidos y que nos escondemos detrás de la cámara. Es un poco así. La gente que es fotógrafa es sensible, es artista, le toma el valor a las cosas que ve”. Aquí, una selección de sus mejores tomas.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías: gentileza Constanza Brunner
La fotografía es todo para mí.
“Mis primeras fotos fueron a través de la ventana del auto de mis papás cuando partíamos de viaje al sur. Eran los típicos viajes eternos, en los que salías de madrugada y llegabas al anochecer. Yo encuadraba a través de esa ventana pequeña de forma triangular en el asiento de atrás y disparaba. Capturaba imágenes y las retenía para siempre.
Desde el colegio, la cámara comenzó a ser una compañera, de esas inseparables. Iba conmigo a los paseos de curso, a los cumpleaños. Incluso en las giras al extranjero cuando íbamos a jugar hockey. Con el tiempo, mis fotos se convirtieron en un valioso registro, en una herramienta de expresión y de captura de momentos en mi vida.
En esa época, usaba la cámara de mi abuelo, una cámara alemana manual con una óptica maravillosa. Era viejita, no tenía ningún sistema de medición de la luz y tuve que aprender a usar el ojo, a mirar la luz, a medir y exponer para lograr una buena fotografía. Viajé mucho con esa cámara análoga e hice mucho blanco y negro.
Siempre me gustó que me regalaran libros de fotografía. Leí muchos para aprender y entender bien la técnica. Al salir del colegio tomé cursos con grandes maestros como Luis Poirot y Bob Borovich. Y aunque estudié Nutrición y Dietética en la Universidad de Chile y era una de las mejores alumnas de mi generación, la fotografía pudo más. Entré a estudiar a la escuela FotoArte. En el intertanto me casé, tuve tres niños y luego del periodo de crianza comencé a hacer clases de fotografía hasta que llegué a NatPhoto, una empresa de expediciones fotográficas.
De mi madre heredé el placer por enseñar y eso me encantó, sobre todo el hecho de transmitir esta pasión y ver cómo se encienden esas luces en otras personas que también comparten lo mismo: el amor por la fotografía.
ADRENALINA PURA
Partí con una fotografía urbana, en blanco y negro. Me gustaba mucho encontrar escenas espontáneas en la calle, buscar fondos interesantes y esperar que algo pasara. En esa época hacía mucha fotografía de detalle, minimalista, de buscar luces y sombras.
En NatPhoto empecé a hacer más fotos de fauna y naturaleza. Cuando entrenas la mirada y estudias los comportamientos de los animales o de las aves de alguna forma te anticipas a una fotografía. Uno saca una foto porque hay algo que te llama la atención. El placer visual viene antes de que captures esa imagen.
Mi primer viaje fotográfico fue al Salar de Uyuni como guía de un grupo precioso de trece personas. Luego siguieron Alaska, Malvinas, India y Torres del Paine. No solo han marcado mi trayectoria fotográfica, sino también mi vida. Los vínculos que tengo con amigos fotógrafos son realmente intensos, profundos, con historias de vida memorables. Porque las historias en terreno son inolvidables.
Una de las tomas más desafiantes que he hecho fue en Alaska, luego de un trekking de un kilómetro y medio para llegar a Brook Falls y encontrarte cara a cara con los osos. Meterse al río, sentir la naturaleza, la corriente, los salmones saltando por doquier, con el equipo en la mano tratando de mantener el equilibrio fue una aventura inolvidable que la repetiría mil veces. Porque te enfrentas a un animal en su hábitat natural y en su estado salvaje. Saber cómo moverte, cómo retroceder, cómo interactuar para obtener una foto sin poner en riesgo tu vida fue una experiencia increíble. Ver a los animales por primera vez frente a frente, lo grandiosos y maravillosos que son, es una de las sensaciones más potentes que he tenido.
Trato de diferenciar mi estilo con el resto, desmarcarme de la típica toma. No practico la técnica perfecta. Acepto más las imperfecciones. Si aportan a la fotografía son igual de válidas. A mis alumnos les digo que las reglas están para quebrarse, pero si lo vamos a hacer, que sea intencional y no al azar.
Dicen que los fotógrafos somos súper tímidos y que nos escondemos detrás de la cámara. Es un poco así. La gente que es fotógrafa, es sensible, es artista, le toma el valor a las cosas que ve. No tiene miedo a levantarse temprano, a pasar frío, hambre o sueño para esperar una escena. Estas situaciones no solo nos ponen a prueba y nos sacan de nuestra zona de confort, sino que nos hacen desarrollar nuestra capacidad de asombro”.