MUÑECA RUSA. NETFLIX.
Pocos días antes de cumplir cuarenta, Nadia Vulvokov (Natasha Lyonne) descubre que al abordar una línea del metro de Nueva York viaja a 1982, nada muy disparatado considerando que la noche que cumplió treinta y seis experimentó la muerte en múltiples formas violentas, y luego la resurrección. En aquel espacio-tiempo de los raros peinados nuevos, se convierte en su madre embarazada —el futuro bebé es ella misma—, y su abuela. Pronto cae en la tentación de recomponer los gruesos errores de su progenitora, enrollada con un vividor junto al cual roba un tesoro familiar salvado de la ocupación nazi en Budapest, de donde provienen sus ancestros. Los viajes de Nadia hacia el pasado se multiplican, intentando recuperar no solo las valiosas piezas, sino enrielando a la mamá díscola.
Si hay algo que nos han enseñado las tramas que plantean la posibilidad de intervenir el curso del tiempo, es que a pesar de las buenas intenciones, las consecuencias suelen alterar dramáticamente el presente. Nadia lucha contra aquel destino, abriendo cada vez más puertas en conexión con distintos momentos pretéritos.
Esta segunda temporada de Muñeca rusa mantiene frescos los enlaces con la comedia negra, el orgullo neoyorquino y las citas a la cultura pop, pero también pone mayor acento en el drama sujeto a las relaciones filiales, donde el traspaso de costumbres y el carácter moldeado según los patrones maternos —los hombres no tienen mayor relevancia en la serie—, se convierten en una carga de amor y resentimiento entre miembros de la misma sangre. Nadia no solo mira su imagen en vidrios y espejos en el pasado, y ve el reflejo de su mamá y su abuela dependiendo el tiempo en el que caiga, sino que se estrella contra el peso de las costumbres y las decisiones de las mujeres más importantes de su vida. Muñeca rusa le da un giro de tuerca a los asuntos femeninos sin idealizar, sino utilizando sutil humor para representar las complejidades del género.