Hace pocos meses atrás un interesante hallazgo ha significado revivir el tema de que los vikingos llegaron al continente de América. Un investigador de literatura medieval de la Universidad de Milán, Paolo Chiesa, ha descubierto en una colección privada, un texto manuscrito atribuido al fraile dominico Galvaneus Fiamma quien, en el siglo XIV, habla de una tierra llamada “Marckalada”, al noroeste de la isla de Groenlandia, es decir, en un lugar que correspondería a lo que sería parte de la costa este de la actual Canadá, es decir, América.
El hallazgo del manuscrito titulado Cronica Universalis ha reimpulsado una teoría que cada cierto tiempo cobra vigencia, en cuanto a constatar que los vikingos habrían llegado a América varios siglos antes de Cristóbal Colón.
En el ámbito periodístico —especialmente en el mundo hispano— la noticia se extendió rápidamente, e incluso se llegó a hablar de que este aporte derrumbaba la teoría de que Cristóbal Colón había “descubierto” América.
La verdad es que si bien el hallazgo de Chiesa es valioso y contribuye significativamente a mejorar el conocimiento de un tema que tanto ha apasionado a los historiadores e investigadores de las navegaciones y descubrimientos, no altera en su centralidad lo que ya se sabe acerca de las exploraciones nórdicas en los territorios al norte y oeste de la Islandia. Lo anterior, lo podríamos ejemplificar de la siguiente forma. En Escandinavia es vox populi y contenido de enseñanza escolar primaria, que Leif Erikson, el vikingo hijo de Erik el Rojo, fue el primer europeo que llegó a América en torno al año 1000. De hecho, en la famosa saga del referido Erik, gestor de la colonización de Groenlandia, se detallan descripciones geográficas y toponimias —nombre de lugares— que dejan en evidencia que, hacia el oeste de la gran isla referida, existían territorios que los vikingos no solo conocieron, sino que también colonizaron durante un tiempo.
Así nacieron topónimos como Helleland (pedregal), Markland (tierra de bosques) y Vinland (viñedo), que identificaban territorios hasta ese momento desconocidos, y que perduraron en las tradiciones orales, en las célebres sagas escandinavas que han llegado hasta nosotros.
Lo grandioso de esta historia es que, en el siglo XX, específicamente en la década de 1960, se confirmó que los vikingos habían llegado a América gracias a los hallazgos arqueológicos realizados en la “ensenada de las medusas” en la isla de Terranova, confirmando entonces que la tradición oral nórdica contenía “historias” que se sustentaban en una verdad, es decir, que los navegantes vikingos habían realizado travesías a las costas del nuevo mundo siglos antes de la llegada de Colón. Sin embargo, al igual que el genovés, tampoco ellos se habían dado cuenta que aquella “Vinlandia” era parte de un nuevo continente.
Todo lo anterior es un tema muy conocido en círculos académicos y forma parte de los contenidos habituales de cualquier curso de historia de la navegación. Entonces, ante esto surge la pregunta, ¿cuál es entonces la novedad de estas últimas noticias referidas al comienzo? El hallazgo de un manuscrito originario de la península itálica, con alusión a Marckalada, es decir, Markland, tres siglos después de Leif Erikson, nos confirman que las noticias de las travesías nórdicas sí fueron conocidas en el resto de Europa, cosa que hasta ahora era un misterio.
Ahora solo queda continuar la búsqueda de nuevos antecedentes de esta historia que se sigue en un largo proceso de descubrimiento.