Chile ha vivido importantes eventos en los últimos años y el domingo 4 de septiembre los ciudadanos hablaron y dijeron claramente que es necesario buscar una propuesta alternativa en torno a una nueva Constitución. Hoy tenemos la enorme tarea y la gran oportunidad de transitar hacia un camino constructivo y dialogante que nos lleve a armar bases sólidas para dar forma a un país más justo y emprendedor, que cuente con el compromiso de todos los sectores.
Pero además de la vía política, en paralelo debemos recomponernos como personas y como comunidad. Porque esto va mucho más allá de la contingencia electoral; los chilenos estamos viviendo también una crisis de confianza y cuestionamiento que involucra a las autoridades, a las instituciones y también a nuestros pares. Si a esto sumamos las consecuencias del estallido social, la pandemia, la incertidumbre política y una compleja situación económica, son varias las piezas que componen el puzle que nos ha llevado al actual escenario.
Sé que son varios frentes, pero resolver la desconfianza y la división es, a mi juicio, uno de los mayores desafíos que encara Chile hoy en día. Los chilenos dejaron clara su postura y ya no sirve de nada mirar hacia atrás; lo que debe hacerse ahora es actuar con rapidez para entregar mayores certezas, reconstruir para que volvamos a sentirnos parte y comprometidos con el resto. Sabemos que esta tarea sólo será posible si trabajamos colaborativamente con un mismo fin y nos unimos para levantar acuerdos, promover consensos y aplicar cambios que vayan en directo beneficio de todos.
Mi llamado es a enfocarnos en recomponer lo perdido y facilitar la creación de espacios de unión. Un Chile fragmentado no le sirve a nadie. Debemos ser capaces de generar sueños o propuestas que hagan sentido a una gran mayoría. Yo soy de la idea de que lo mejor que puede tener un país es la capacidad de llegar a acuerdos, y con ello buscar, inventar, hacer propuestas que logren unir. Por eso mismo, se requieren líderes que estén a la altura de este desafío y logren articular a sus ciudadanos, establecer puentes y crear sueños mayores a las partes. Eso es lo que necesitamos con más urgencia.
Esa misma mirada integral es la que pueden abordar empresas y organismos, tomando la iniciativa para generar instancias de participación y nuevas formas de vinculación entre sus equipos. Ojalá comprendamos que la única ganancia que tendremos realmente como sociedad sólo se reflejará cuando exista unidad, empatía y respeto a partir de los acuerdos.
Vivimos en comunidad y, por eso, las diferencias entre las personas pueden ser el mejor atributo para la creación y el trabajo conjunto. Quienes primero y más rápido lo pongan en práctica, no sólo estarán marcando pauta y entendiendo las necesidades de reconstrucción desde esa base, sino que también estarán gestando formas de relacionarnos acordes a los nuevos tiempos.
Nuestra misión es avanzar para concretar las bases de un Chile renovado, donde exista la oportunidad de crecer, cuidando el bienestar de la sociedad. Soy optimista y confío en que en los meses que vienen podemos mejorar estos aspectos y construir un mejor país, siempre con la colaboración y el diálogo como estandartes.