Tejiendo memorias

Por Jésica Luna, arquitecta

OLGA DE AMARAL

El arte de entrelazar hilos es uno de los más antiguos que existen. Con este hacer se han elaborado desde viviendas, como las jaimas, hasta diversos elementos, tanto utilitarios como decorativos, destacando, entre ellos, la vestimenta. A lo largo de nuestra historia, los textiles han constituido en las diversas sociedades un elemento identitario con importantes narrativas culturales, reforzando identidad y pertenencia a los diversos pueblos o grupos sociales. Pese a todo esto, este añoso linaje artístico, quizás por ser considerado un hacer cotidiano y de mujeres, ha tenido, desde siempre, un escaso protagonismo en las artes. La artista Olga de Amaral, durante más de seis décadas de trayectoria, ha ido silenciosamente rescatando y proyectando el arte textil en el mundo de las artes.

Olga de Amaral (Bogotá, 1932), tras licenciarse en arquitectura, continuó sus estudios en la Academia Cranbrook de Michigan, en la que descubre el arte textil de la mano de Marianne Strengell, artista finlandesa, desarrollando un notable interés por el color y experimentando con la materia, la geometría y la composición, las que luego complementaría a su regreso a Bogotá con antiguos conocimientos de los textiles colombianos. Para la década de los sesenta, la artista ya incursionaba en el desarrollo del movimiento fiber art, corriente de las artes asociada a procesos artesanales de las fibras. Su trayectoria artística transitó desde la creación de textiles decorativos hasta la ejecución de tapices abstractos con cualidades escultóricas, sobrepasando los límites tradicionales. Trabajó con materiales como lino, algodón, crin, yeso, pan de oro o paladio, tejiendo, anudando, trenzando y entrelazando hilos para llegar a crear obras tridimensionales sorprendentes, ricas en abstracción geométrica e influenciadas por las culturas precolombinas, manifestando una profunda conexión con su herencia sudamericana.

Su trabajo, ajeno a las ideologías, se encamina, permanentemente, a una persecución abstracta de la belleza, flexible y en movimiento, donde pareciera que la poesía y el mundo onírico fueran las protagonistas.

Olga de Amaral, en 1969, fue parte de la exposición Wall Hangings del Museo de Arte Moderno (MoMa), transformándose en un referente para el reconocimiento de las artes textiles. Sus obras forman parte de colecciones públicas y privadas, como la de Tate Modern, el MoMA, el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París o el Instituto de Arte de Chicago. Actualmente, la Fundación Cartier de Arte Contemporáneo presenta, entre octubre de este año y marzo de 2025, la primera retrospectiva en Europa con cerca de ochenta de sus obras creadas entre la década del sesenta a la fecha, dando cuenta que, a sus 92 años, Olga de Amaral sigue siendo un importante referente del arte contemporáneo sudamericano.