Para que el talento tenga éxito, debemos unirnos y concretar el sueño de muchos. Todos los actores involucrados, el empresariado, las universidades, el gobierno y, por supuesto, las personas talentosas, tienen que trabajar colectiva y cooperativamente para promover emprendimientos cada vez más disruptivos que apunten a solucionar problemáticas con conciencia social.
Cuando analizamos la realidad del emprendimiento local, encontramos varios factores que han hecho posible el desarrollo que hemos logrado hasta ahora. Por un lado, están las ideas disruptivas, los equipos dispuestos a jugársela, el empuje y el coraje para llevar adelante un proyecto. Pero nada sería posible sin un componente fundamental en la receta, eso que nos permite sobresalir y dar un sello único a lo que hacemos: hablo del talento, algo que en Chile existe de sobra y que he tenido la suerte de comprobar tras muchas conversaciones y la oportunidad de compartir experiencias con emprendedores y emprendedoras a lo largo de todo el país.
Ese talento es cada vez más evidente y hoy tenemos casos emblemáticos con startups chilenas como NotCo, Cornershop, Algramo, Karün y Kauel, por ejemplo, que, a través de modelos de innovación tecnológica única, están transformando la forma en que consumimos, lo que genera, a su vez, un impacto que no sólo es local, sino que, además, ha traspasado fronteras, ya que sus negocios son exportables y reconocidos en todo el mundo.
Estos son ejemplos del tremendo potencial que tenemos, pero hay algo que aún nos falta, me refiero a desarrollar este talento y permitir que más hombres y mujeres puedan desplegarlo. En Chile, tendemos a aplicar mayores esfuerzos a industrias tradicionales como la minería, los commodities, la banca o el retail, pero siento que no hemos hecho lo mismo en cuanto al talento de las personas.
Los chilenos somos súper ingeniosos, reaccionamos muy bien cuando tenemos que resolver problemas prácticos, somos, incluso, innovadores, pero fallamos en creernos el cuento y en pensar más allá de los límites. Por eso, creo que es fundamental empezar a preocuparnos de este condimento importantísimo dentro de la receta, potenciando y empujando a los proyectos locales para que salgan al exterior y sean conocidos por audiencias mayores.
Pensemos en alguien que tiene una buena idea. Si cuenta con otro que le ayude a rentabilizarla, otro que colabore vendiéndola, etc., es mucho más fácil que se transforme en algo grande versus esa misma persona sola contra el mundo luchando como un superhéroe, tratando de hacer cosas que no sabe y disminuyendo así las posibilidades de que esto funcione.
Para que el talento tenga éxito, debemos unirnos y concretar el sueño de muchos. Todos los actores involucrados, el empresariado, las universidades, el gobierno y, por supuesto, las personas talentosas, tienen que trabajar colectiva y cooperativamente para promover emprendimientos cada vez más disruptivos que apunten a solucionar problemáticas con conciencia social, que posicionen a Chile desde la creatividad y la generación de ideas inspiradoras capaces de cambiar lo establecido.
También es importante destacar que el talento no es exclusivo de unos pocos privilegiados, sino que se encuentra en personas de distintas edades, orígenes o géneros. Cada uno de nosotros puede desarrollar habilidades en algo particular, pero para descubrirlo necesitamos de un trabajo individual en cuanto a la exploración, experimentación y saber perfeccionar ese insumo inicial. En la siguiente fase, como sociedad, tenemos la tarea de facilitar las condiciones básicas, saber encauzarlas y permitir que se expanda, que sucedan.
Ojalá que desde la enseñanza primaria los niños puedan contar con una educación no tradicional que explote la creatividad, y luego, las universidades estimulen este aspecto. Ojalá las empresas sepan reconocer el talento y den espacio para que se desarrolle. Ojalá los gobiernos creen políticas para estimular su crecimiento e internacionalización. Ojalá entendamos que, logrando más oportunidades, ganan las personas y gana el país.