Por Marcelo Contreras
Hace exactos veinte años, Placebo era una fuerza imparable a distancia saludable del agonizante britpop. Bendecidos por David Bowie, a quien acompañaron como teloneros cuando apenas habían debutado en 1996, lograron firmar con Virgin Records para grabar el sucesor de su primer álbum que solo llevaba el nombre de la banda con el single Nancy Boy como avanzada —”una canción genial” según Bowie— conquistando el quinto puesto de las listas británicas. Fueron reclutados en la película Velvet Goldmine (1998) de Todd Haynes, un fallido homenaje al glam rock. En el rodaje de la escena figuraban Ewan McGregor y Michael Stipe, nada mal para un grupo que, a esas alturas, ni siquiera había tocado en Brixton Academy, uno de los templos obligados del rock en vivo de Londres.
Además de la música, el líder Brian Molko había recurrido a un par de viejos trucos para atraer a la prensa: ambigüedad sexual y rumores de enganche con la heroína. En apenas dos años volaban en jet con U2 y carreteaban con Marilyn Manson, en aquel entonces la última encarnación demoníaca en el rock.
1998 tuvo gran cosecha musical con This is hardcore de Pulp, Ray of light de Madonna y los debuts de Queens of the stone age y System of a down. En esa lista cabe perfectamente Without you I’m nothing, aquel segundo álbum de Placebo que se alejó del sonido explosivo de los inicios, hacia un puñado de canciones seductoras para adolescentes inseguros y que también surtían efecto en veinteañeros que habían crecido con The Cure. La banda nunca fue capaz de superar ese momento creativo, que a dos décadas de distancia suena como si hubiera sido grabado ayer.