Orgulloso, este antofagastino muestra el fruto de años de perseverancia y resiliencia: la medalla de oro en el Mundial de Rusia. En ese lejano país se coronó como campeón en la categoría de ochenta kilos entre 40 y 45 años, triunfo que compartió con su equipo de la academia de Karate Kyokushin en Antofagasta.
Por Catalina Aparicio / Fotografías Rodrigo Herrera
Víctor Collao es un nombre conocido en el circuito de las artes marciales no solo a nivel regional y nacional, sino que ahora en países como Japón, México, Panamá y recientemente en Rusia, donde obtuvo el primer lugar en el Campeonato Mundial de Karate después de derribar a un japonés y dos rusos.
¿Cuándo y cómo comienza tu relación con el karate?
Cuando tenía ocho años vivía con mis padres en La Pintana. Yo era bien tímido, me ocupaba de los animales y la tierra, así que cuando nos cambiamos de comuna y entré al colegio, un grupo de niños me pegó y un día hasta me dejaron sin ropa. Volví a casa muy triste y mi papá me llevó donde un “compadre” que estaba practicando artes marciales y le preguntó si me podía entrenar. Fui a la primera clase con mi papá y, desde entonces, esta disciplina ha estado presente en mi vida. A los trece años fui a mi primer torneo importante; en 2004 fui a mi primer mundial en Japón y comencé a viajar para representar a los colegios y academias a las que pertenecía.
¿Crees que el karate te ayudó a desarrollar tu personalidad?
Totalmente. Me ayudó a ser más sociable, a relacionarme con las personas, también a enfrentarme con públicos masivos, aunque debo reconocer que aún me considero una persona tímida, sensible y tranquila en muchos aspectos. Algunos piensan que la práctica del karate o de deportes similares, nos convierte en personas violentas y a la defensiva, pero en realidad no es así, esos son clichés o estigmas de épocas pasadas. Lo que nació como un tema de defensa personal, al poco tiempo se convirtió en mi orgullo porque me fui ganando el respeto de mis compañeros y profesores, quienes siempre me motivaban a participar en competencias y representar a los establecimientos a los que pertenecía.
¿Tu familia también está ligada al deporte?
Amei es mi hija, tiene veintidós años y es mi adoración. Somos un equipo y siempre, desde pequeña, ha estado vinculada al deporte. Es reconocida en la ciudad, ya que aparece en programas de televisión local, administra uno de nuestros gimnasios en el lado norte, tiene su academia, hace clases en distintos colegios, además es una mujer muy guapa y tiene bastantes seguidores por las redes sociales y la contactan como “embajadora”. Pero sobre todo, tiene un gran talento deportivo y lo ha demostrado en las distintas competencias en las que ha participado y los premios que ha ganado.
¿Sientes que ella logró encontrar su vocación en el deporte?
Confío que sí, pues además, le ha dado herramientas para su desarrollo personal. Una vez salió en las noticias el secuestro de una chica y mi hija se quedó hasta las cuatro de la mañana buscando información sobre temas de vulneración hacia las mujeres. Al día siguiente me comentó que quería hacer una clase gratuita de defensa personal, lo que me pareció súper buena idea. Cuando publicó el ofrecimiento pensó que llegarían un par de personas, pero se llenó, le pidieron seguir y al final quedó como una clase establecida. Además, con Amei vivimos juntos, llevamos la academia y somos muy “partners”, nos gusta comer pizzas o sushi viendo alguna competencia en la tele.
¿Cómo te has desarrollado en Antofagasta?
Comencé dirigiendo algunos entrenamientos en colegios pequeños, y también preparaba a deportistas profesionales. De pronto un amigo me comentó que en su empresa querían activar un programa para reforzar la vida sana en sus trabajadores. Primero entré por un reemplazo y luego les dije a los encargados del complejo deportivo que yo era la persona indicada para hacerme cargo de todo el plan. Creyeron en mí y después incluso ellos como empresa me ayudaron cuando tenía que ir a competir, con pasajes y alojamientos, lo que hizo crecer mi carrera. Después de un tiempo, el dueño de un gimnasio me comentó que necesitaban arrendarlo y ahí nació mi alma emprendedora y decidimos arrendar y administrar el lugar. Luego dimos otro pasito con un nuevo gimnasio donde trabajamos con deportistas profesionales, se hacían diferentes clases, de karate, de fitness, de yoga, baile, clases para para niños, adultos, embarazadas. Ahí decidimos llamarlo “Collao`s” con el objetivo de darle una mirada familiar.
¿Cómo llegas a tener esta academia Kyokushin que también es tu hogar?
Hace unos años nos separamos con mi exesposa, Sol Romero, y me fui a vivir a una pieza. Un día mi hija, me dijo que quería vivir conmigo, lo que me sorprendió. Estaba contento, pero no la podía recibir en esa situación. Encontramos un departamento en el centro y tras un tiempo apareció la oportunidad de arrendar este lugar, que tiene el espacio suficiente para la academia y nuestro hogar.
Respecto a las competencias, ¿cómo ha sido el apoyo del Estado contigo?
No soy para nada una persona política, pero quiero destacar que estamos muy agradecidos con el CORE, pues hemos obtenido apoyo gracias a los Fondos Concursables con 2% en Deporte (FNDR). En otras oportunidades también hemos tenido el apoyo de la municipalidad.
¿Te consideras un líder?
Creo que de alguna forma sí lo soy, porque motivo a los jóvenes a practicar este deporte. Creo que mi ciudad me quiere bastante y por eso me siento muy contento. Sigo entrenando a chicos que partieron conmigo desde pequeños y hoy ya son profesionales, kinesiólogos, sicólogos, dentistas. Siempre digo que tengo todo un listado de profesionales como alumnos y amigos y eso me satisface mucho. Conozco sus historias y soy parte de ellos también. Por ejemplo, hay profesionales que entraron a la universidad gracias a becas deportivas, así que también me siento parte de eso, aportando un granito de arena a esas vidas. El 2010 fui nombrado, a nivel nacional, como embajador nacional de Kyokshin y eso me genera una responsabilidad y un rol importante en el mundo de las artes marciales. Mi nombre dentro del karate es Shishan que significa “gran maestro” y para llegar a eso hay que pasar por distintas etapas, hay que ganárselo.
¿Cómo fue la experiencia de llegar al mundial de Rusia y qué sentiste al ganar?
Fue intensa y gratificante. Además de la competencia, hay un compañerismo muy grande entre los competidores. A mí me ayudó un amigo de la selección española que me llevó los tiempos y me fue dirigiendo durante la pelea final, un encuentro muy duro. La emoción de ser campeón mundial es indescriptible. El momento más significativo que tuvimos como delegación fue cuando cantamos el himno nacional en la premiación. Cuando sonó la música y la bandera flameaba ante el respeto que demostraban todos, fue como protagonizar de una película que hasta ese momento solo veía a través de las pantallas.