Si hay un libro recomendable para “descubrir” la figura de Fernando de Magallanes y su viaje, entonces hay que leer a Antonio Pigafetta y su Primer viaje en torno al Globo, una obra escrita por unos de los dieciocho sobrevivientes de la expedición que retornó a España tras tres años de travesía. De seguro vivirán una aventura.
El 21 de octubre de 1520 arribaban a la boca oriental del estrecho cuatro de las cinco naves que habían zarpado desde Sanlúcar de Barrameda catorce meses antes. La nao “Santiago” había naufragado en la actual Patagonia argentina y, por tanto, la expedición estaba compuesta por la nao capitana “Trinidad” al mando de Magallanes, seguida de la “San Antonio” —que era la más grande—, la “Concepción” y la “Victoria”.
Si bien en el registro inicial se hablaba de una expedición de 234 tripulantes, las listas de embarque finales elevaban la dotación a 239 personas, aunque como después hubo una parada en Las Canarias, hoy se llega a pensar que el número definitivo ascendía a 245 hombres.
Pero al llegar al estrecho ya el número había descendido debido a accidentes, conflictos y castigos, en especial, durante la larga y dura invernada en el puerto de San Julián. Pero el sinsabor ahora tenía un gran premio. El anhelado estrecho estaba a punto de ser hallado, en especial en aquel 21 de octubre, cuando observaron una entrada con una angostura que parecía ser la puerta de entrada a un corredor interoceánico.
Descubrir un estrecho tenía enorme relevancia para el proceso que estaba viviendo Europa y era el primero de tres objetivos que tenía la empresa de Magallanes. En primer lugar, el paso permitía conectar el “Mar del Norte” —como se conocía el Atlántico— con el “Mar del Sur”, es decir, con aquel océano que Vasco Núñez de Balboa había observado y bautizado en la costa de Panamá en 1513.
El segundo objetivo era probar que se podía establecer, tras el hallazgo de un paso, una ruta comercial entre Europa y las islas de la especiería por la vía occidental, es decir, por los referidos océanos. Y el tercer objetivo del viaje era probar que las islas Molucas, es decir, la actual Indonesia, pertenecía a la jurisdicción hispana de acuerdo con el Tratado de Tordesillas entre España y Portugal firmado en 1494, que había establecido un límite no solo en el Atlántico, sino que también en la costa de Asia, algo que para el viaje de Magallanes no estaba claro cuál era realmente la posición exacta del meridiano demarcatorio. Al final de la historia, la jurisdicción sería portuguesa.
Por todo lo anterior, hallar el estrecho fue el primer buen augurio del proyecto porque al cabo de algunos días se confirmó que el pasaje magallánico conectaba los dos océanos, constatación que terminó el 28 de noviembre de 1520 cuando tres de las cuatro naves que habían ingresado, salieron a un inmenso océano al que Magallanes llamó “Pacífico” por estar ese día y los siguientes en una calma que hizo creer a los navegantes que este sería un buen nombre.
¿Pero qué pasó con una de las naves? La San Antonio había desertado al interior del estrecho y había tomado rumbo a España. Así, las tres naves que quedaban continuaron una larga travesía llena de aventuras y tragedias.
A días de conmemorar los quinientos años del hallazgo europeo del estrecho, y al mismo tiempo, de la primera presencia hispana en el actual territorio chileno, valga este recuerdo de una expedición que comenzó Magallanes en 1519 y finalizó Elcano en 1522, una de las más grandes travesías marítimas de la historia de la navegación.