Las implicancias de un mal hábito generalizado.
¿De qué nos sirve sentirnos culpables? ¿De qué nos sirve culpar a otros?
La culpa es algo que prácticamente todos entienden porque la mayoría la hemos sentido, probablemente, más de una vez. Se trata de una sensación que no es grata para el cuerpo, para las emociones, ni para nuestra mente. Con la culpa nos sentimos incómodos y nuestros pensamientos vuelven a “eso” una y otra vez, tanto así que muchas veces “vivimos con culpa” por lo que hicimos o por lo que somos. Es un peso que nos martiriza.
¿Y por qué un “mal hábito generalizado”?
Porque si bien es un sentir que nos afecta, la usamos constantemente con nosotros mismos y con otros. Veamos a continuación las siguientes dinámicas:
Le “echamos la culpa a otros”, de esta forma nos liberamos momentáneamente de responsabilizarnos de nuestras acciones o de nuestra vida en general. Usamos frases tales como:
“Es el político el culpable de mi falta de trabajo” (no yo)
“Es el clima el culpable de que no haga deporte”
“Es mi madre la culpable de mi trauma”
“Es Dios, la vida, quien debe cambiar mi realidad”, etc.
También utilizamos la culpa como una estrategia de manipulación y/o castigo. Hacemos sentir culpable (mal) al otro por lo que hizo o no hizo con el objetivo de que lo haga o no lo vuelva a hacer. ¿Puedes reconocer alguna vez en que alguien ha hecho esto contigo o tú con otro?
Y también utilizamos la culpa sobre nosotros mismos. Generalmente, esta emerge cuando hacemos algo de lo cual nos arrepentimos.
Aprendemos estas dinámicas de los hábitos que tomamos de nuestros padres, de nuestra sociedad, de los medios de comunicación e, incluso, de la religión. De situaciones extremas en que repetiste, sin saber exactamente por qué: “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”.
¿Cuál es el resultado de tanta culpa en nuestra vida y en la sociedad?
Sin excepción, todas las personas que he conocido que viven con culpa la sienten como un peso. No hay culpa que te eleve, ni que te haga sentir mejor. No hay culpa que te permita escribir y vivir la vida que quieres vivir ni te enseñe de tus errores. No imagino una sociedad que sea plena arrastrando culpas de generación en generación.
Una creencia errada es pensar que la culpa nos muestra las acciones que no debemos acometer en nuestra vida, porque nos dañan o dañan a otros. Pero esto ocurre cuando confundimos “culpa” con “discernimiento”.
El discernimiento es tu capacidad de elegir, de “aprender” de una acción que te produjo tristeza o remordimiento. Culpa es autoflagelarte (a veces por años) por haber hecho eso o aquello, cuando un análisis y un cambio de conducta era suficiente.
Recuerda: la culpa sólo te desempodera y te hace sentir peor.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Nos hacemos conscientes de las culpas que arrastramos, hacemos el trabajo interno necesario para dejarlas ir (nos perdonamos si es necesario). Revisamos las dinámicas de culpa hacia otros que utilizamos en nuestro diario vivir y decimos ¡basta! Detenemos estas dinámicas para con nosotros y con otros.
Cuando comenzamos a liberarnos de nuestras culpas (y no necesitas a nadie más que tú mismo para decidirlo) comenzamos a vivir mucho más livianos, en especial haciéndonos conscientes y asumiendo la responsabilidad de dejar uno de los hábitos más dañinos de nuestra sociedad actual.