La isla Mocha y Moby Dick

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La isla Mocha, ubicada a treinta y cuatro kilómetros de la costa de Tirúa, en la región del Biobío, alberga grandes historias, algunas de ellas no del todo conocidas, o al menos, un tanto olvidadas.

Habitada originalmente por la etnia lafkenche, o también conocidos como mapuches costeros, desde finales del siglo XVII, toda su población fue trasladada al continente por orden del entonces gobernador de Chile, Joseph Garro, bajo el argumento de que era mejor que la isla estuviese deshabitada, evitando así que hubiese algún tipo de ayuda o colaboración entre dicha etnia y navegantes extranjeros enemigos de España, los cuales, desde finales del siglo XVI, comenzaron a frecuentar las costas del Pacífico y usaron la referida isla como base de aprovisionamiento.

El traslado de los indígenas se concretó en 1685 y se establecieron a orillas del Biobío, en un lugar que tomó el nombre de valle de la Mocha, precisamente en recuerdo del origen de sus habitantes, y poco tiempo más tarde se fundó ahí una pequeña misión jesuita que se llamó San José de la Mocha. Sin embargo, tras el terremoto y tsunami de Concepción en 1751, que destruyó su antiguo emplazamiento en Penco, las autoridades españolas decidieron trasladar la ciudad precisamente al valle de la Mocha donde en 1765 se concretó el establecimiento definitivo del actual Concepción.

En cuanto a la isla, la razón de su despoblamiento respondía a razones estratégicas, puesto que su ubicación cercana a la costa y los recursos de agua y alimentos, en especial pesca y marisquería, lo hacían un lugar factible para el establecimiento o conquista de posibles enemigos de España. De hecho, el mismísimo Francis Drake fue el primer corsario que visitó la isla, en 1578, aunque según se recuerda, él fue recibido hostilmente por los indígenas, quienes para entonces ya estaban bajo dominación hispana. Años más tarde, en 1616, el corsario neerlandés, Joris van Spilbergen, también estuvo en la isla, visita que más tarde quedó registrada en un mapa que fue publicado en los Países Bajos, por lo que Mocha se dio a conocer al mundo.

En definitiva, son varios los testimonios de navegantes que pasaron por esta isla, y entre ellas, también se recogen historias de balleneros que la frecuentaron durante el siglo XIX y comienzos del XX.

Entre dichos relatos aparece la legendaria historia de una ballena blanca que fue avistada cerca de la isla Mocha en las primeras décadas del siglo XIX. De enorme tamaño, probablemente se trataba de un cachalote albino, que en su tiempo fue conocido como “Mocha Dick”. Entre realidad y ficción se contaban muchas historias de este cetáceo, entre las cuales estaba el haber hundido un barco causando muchas muertes. De hecho, en 1820, precisamente hace doscientos años, un ballenero estadounidense de Nantucket, el Essex, naufragó en el Pacífico debido a la embestida de una ballena, y los pocos sobrevivientes, después de muchas aventuras y desventuras, contaron sus “historias” cuando finalmente arribaron a Valparaíso. Pocos años más tarde, en 1839, Jeremiah N. Reynolds publicó en Nueva York “Mocha Dick: o la ballena blanca del Pacífico”, en que trata de los enfrentamientos entre balleneros y un cachalote albino muy agresivo en las cercanías de Mocha y que finalmente terminó con la muerte del cetáceo.

Estos relatos llegaron al escritor Herman Melville, quien, en 1851, publicó la novela Moby Dick, inspirada en estas historias, y que tanta fama alcanzó, en especial durante el siglo XX, inmortalizando así la historia de este mítico cachalote blanco que frecuentaba la isla  Mocha.