Archi-abuela de la guitarra fue una especie de tosca lira que se tocaba en Sumeria. En Egipto, daban solaz al faraón grupos de músicos que pulsaban arcos con cuerdas de varios largos. Alguien tuvo la genial idea de poner todas las cuerdas en un sólo mástil, más una caja de resonancia, y nació el ancestro de la guitarra.
Kithára, se llamó a ese instrumento, el que se difundió por todo el Medio Oriente. Quizás el príncipe Paris, de Troya, enamoró a la bella Helena cantándole tonadas con un kithára. Los poetas griegos errantes o aedas, relataban las andanzas de héroes y semidioses, recitando versos acompañados del kithára. Mucho antes que los árabes llegaran a la península Ibérica, arribaron fenicios y griegos que llevaron el kithára o khetárra, además del cultivo de la vid, el trigo y los olivos. Ya había lidia de toros, y tras una corrida se celebraba el valor del matador entre copas y retintes kitharreados. Al comenzar la era cristiana hubo guitarras en Europa, aunque es probable que la expansión romana revolvió tradiciones y llevó la música mediterránea hasta los bordes del mar Báltico.
En tanto en el Oriente, la guitarra tuvo otra evolución. En Persia se llamó y pronunció kíthara, y luego cíthara. Las hubo con mango; planas y sin mango. Esas últimas, se tocaban golpeando las cuerdas con palillos; aquel tipo de cíthara es la que se menciona en las Escrituras hebreas. Pero, las cítharas con cuerpo redondeado son las que más se modificaron y repartieron por el mundo: triangulares, aplastadas, ovaladas, todavía existen en el folclore de la Región (véase una balalaika rusa). Por otra parte, la cíthara fue instrumento favorito en la suntuosa vida cortesana de los califas Abásidas que reinaron desde Bagdad. Bajo su protección todo arte tuvo su apogeo. Entre otros tipos de cíthara, se generalizó uno que en lengua árabe se dice “la-Ud” (donde “la” es el artículo femenino). Evidentemente, esa fue la madre de la guitarra ovalada o Laúd, y también del Aud, que hasta hoy se toca en Armenia e Irán.
La expansión árabe, por el norte de África, llevó una nueva oleada musical a la Iberia. La vieja Khitára fue transformándose en la guitarre; aunque también se tocó mandora, o mandorina, de origen morisco, con cuerpo redondo y cuello delgado. A la vez, arribó el laúd con su forma de pera, que fue instrumento favorito de trovadores y juglares. En las miniaturas de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio (1270) se ven músicos con laúdes y mandorinas tocando madrigales. Así, mientras España islámica fue frontera de intercambio y difusión de romances con guitarra hacia el interior de Europa; al otro lado del mundo la cítara viajó por la Ruta de la Seda y llegó hasta China. También allá fue instrumento para la galantería y el amor en reinos que evocan leyendas maravillosas: Khasajastán, Merv, Samarjanda, Yarkanda, Turfán, etc. Sin embargo, el arte de Persia halló su mejor espacio en India. En el subcontinente indio, la cítara se transformó en una institución musical. Junto al tambor doble de caja metálica llamado Tablas, la cítara formó dueto perfecto para las danzas cortesanas, o la música indostánica.
El desarrollo de la música con guitarra en Occidente es más conocido y cercano. Por la misma época en que sucedía la conquista y la colonización de América, se escribían obras para guitarra o para vihuela, instrumento dotado de seis cuerdas dobles, y que fue preferida por músicos profesionales; mientras, la guitarra más bien se mantuvo como instrumento popular aunque con el tiempo tuvo su versión clásica. Bien lo dice un entendido guitarrista del siglo XVI llamado Sebastián de Covarrubias: «…una buena guitarra no debe valer más que un cencerro, y ha de ser tan fácil de tocar que no ha de haber un solo campesino que no sea guitarrista». Fue la manera como llegó la guitarra a nuestra América, entre armas de soldados e instrumento de labranza, y se esparció desde salones, fondas y finalmente hasta las Iglesias.
Muy adecuada la presencia de Chile en la Expo-Shanghai, este Noviembre. Sugerencia: en toda muestra donde se exhiba la belleza, bondades y productos del mar y la tierra chilena debería haber música con guitarra. Y en toda otra situación; porque, siendo respetuoso hacia otras formas puramente indianas, la guitarra une Oriente y Occidente. Esté la guitarra en manos de Narciso Yepes Violeta Parra, o en los cantores de una Misa dominical, va atrapando entre notas y voces el Espíritu que hace grande, noble y eterna a la Humanidad.