“En el principio existía la Palabra (el Verbo, o Logos), y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Juan 1:1). La Historia es el proceso de la revelación de la Palabra, cuyo momento crucial es la encarnación, la venida del Mesías. Él, Jesucristo, habla en el nombre de Dios, y es instrumento para que se ejecute la voluntad divina (Cf. Salmos 33:6, 107:20, 119:89, 147:15-18).
Interpretar la Historia es oficio magistral; por eso fue dedicación primordial de la Iglesia. Sin embargo, desde la rebeldía moderna a las ideologías recientes, se desacralizó esa labor torciendo el camino hacia un cientifismo que se devana el seso teorizando y organizando sistemas de pensamiento que, por cierto, jamás reemplazarán la visión trascendente del destino humano.
Hecha la advertencia, presento el hallazgo del más antiguo santuario hasta hoy descubierto: Göbekli Tepe (Anatolia, Turquía). Se trata de un impactante sitio descubierto, en 1994, por Klaus Schmidt, arqueólogo alemán. Desde esa fecha se ha excavado y puesto en evidencia un centro ceremonial cuya construcción comenzó hace once mil años. Durante dos mil quinientos años el lugar reunió a una población organizada que levantó una serie de “foros” o círculos de pilares de piedra en forma de T, decorados con relieves de animales de sorprendente calidad y finura. Göbekli Tepe cubre un área equivalente a tres manzanas, y aloja unos veinte “foros” o lugares de reunión, todos con esas piedras T, cada una con una masa de siete toneladas. Hasta ahora se han contado doscientas piedras T, pero podría haber más. Los foros son salones elípticos que siguen un patrón: doce piedras T erguidas, integradas al muro del recinto; muros que también son de piedra caliza más argamasa. Las piedras T sobresalen como si soportaran un techo, no obstante arriba sólo está el cielo, el Sol o las estrellas. Las piedras T representan a miembros, o quizás ancestros, del clan (tienen brazos y manos con dedos entrecruzados a la altura del vientre). Algunos tienen cinturones y hebillas en forma de U. Cada santuario tiene un largo pasadizo o trinchera, con un portal exterior a modo de entrada. La decoración es interesantísima: aves rapaces, serpientes, lobos, leones, todos libres y en fiera actitud; nunca cazados o muertos. No hay animales “comestibles”, sólo heráldicos, porque este es un santuario de cazadores.
Las piedras fueron deslizadas desde la cresta de la montaña. El trabajo de darles forma, grabarlas, y decorarlas muestra gran dedicación y disciplina. ¿Qué sociedad tan antigua era ya tan organizada como para dedicarse con esmero a lo que llamaríamos arte y culto? No fue una civilización agrícola que podría gozar de ocio, diversificación y especialización del trabajo. NO. Estos eran cazadores-recolectores que usaban sólo herramientas de piedra, y vivían con premura y presión por la subsistencia. No conocían la cerámica, y mucho menos los metales. Su existir dependía de animales, bosques y pastizales; inmersos en un paisaje entonces glauco y de exuberante vida silvestre, vivían bajo permanente peligro y amenaza. La naturaleza nutre como una madre, pero exige, y puede acabar de una plumada con bestias y cazadores. Y cómo no, si hoy sabemos que hace trece mil años, un cometa impactó el corazón de Asia con tremenda alteración del clima, y la distribución de flora y fauna.
Hay una alineación y congruencia geométrica en todos los santuarios, y debe haber una relación con la observación de fenómenos celestes. Es evidente que el grupo humano que se congregaba en los santuarios poseía una cultura sensible al cosmos. Tenían entendimiento del dinamismo e interactuaban con ese orden; se sentían parte de Aquello que evidentemente temían, respetaban y propiciaban por imitación. Göbekli Tepe es el lugar donde estas personas pedían integrarse a los ciclos y su poder misterioso. Los santuarios son una súplica por existencia segura; por más vida. Por eso el aspecto fálico (en sí, el impulso activo) de las piedras T y el diseño en forma de vientre de los foros con su entrada “vaginal” (el principio de fertilidad pasivo). Cada foro-santuario es como una mujer fecunda, una madre, una familia.
No siempre los humanos hablaron. El lenguaje tomó milenios. En el largo período glacial, alrededor del fuego nació y se desarrolló el lenguaje. Las comunidades de cazadores planeaban movimientos, contaban sus hazañas, se comunicaban secretos. Así se llegó a Göbekli Tepe y a estos foros o lugares de parlamento. Porque a la Naturaleza se le llama por su nombre, y así se aplaca su espíritu: “Bisonte, danos alimento. Cuando el sol alumbre iremos a los prados y tomaremos uno de tus hijos”.
Palabras, mandato, ley: los primeros pasos hacia la Revelación. No sabemos más de Göbekli Tepe que esto que describo. Mas, sí sabemos que ahí se hablaba, y con reverencia. Porque el lenguaje es previo a la acción y al conocimiento. Desde ese primer parlamento, que era como una madre, hasta los de hoy que han de velar por la integridad de la gran familia que es la patria, han de recordar y repetir que desde el principio existió la Palabra… y la Palabra es Dios.