El uso poco «inteligente» de la IA en los negocios

Por Edmundo Casas, PhD Inteligencia Artificial, MSc, Ingeniero Civil Electrónico, creador de Casas Lab y fundador de Kauel.

Recientemente estuve en Chile y confirmé algo que muchos sospechamos: la inteligencia artificial sigue quedando en el discurso, pero no aterriza del todo en la operación del negocio. Las gerencias, salvo contadas excepciones, aún ven la IA como una promesa tecnológica más que como una herramienta estratégica que transforma directamente sus resultados.

Hay mucho interés, sin duda. Se habla de ChatGPT, de automatización y de analítica predictiva. Pero cuando llega el momento de aplicarla al negocio, de conectar la IA con los flujos reales de valor, aparece el vacío: no hay un puente entre la teoría y la ejecución. La IA no es un laboratorio ni un experimento, es una palanca de competitividad y quien no lo entienda a tiempo quedará fuera de la conversación global.

En otros mercados, la inteligencia artificial ya se mide por su impacto: menos pérdidas, más eficiencia, decisiones en segundos y clientes mejor atendidos. En Chile y en Latinoamérica, en cambio, aún se discute si vale la pena invertir. Y mientras debatimos, otros países están construyendo ecosistemas completos basados en datos, automatización y predicción del comportamiento del consumidor.

El desafío no está en adoptar la tecnología, sino en transformar la cultura corporativa. Las empresas deben dejar de ver la IA como un gasto y comenzar a verla como una inversión estratégica, un multiplicador de capacidades que atraviesa todas las áreas: finanzas, operaciones, marketing, recursos humanos y atención al cliente. Cuando las decisiones se basan en datos y modelos predictivos, la incertidumbre se reduce y la empresa gana velocidad, precisión y visión.

La verdadera transformación no está en contratar un algoritmo, sino en reconfigurar la cultura empresarial para que los datos y la inteligencia sean parte del ADN operativo. No se trata de “tener IA”, sino de pensar con IA. Eso implica capacitar equipos, redefinir métricas de éxito y construir estructuras organizacionales más ágiles y abiertas al aprendizaje continuo.

Porque al final, la inteligencia artificial no reemplazará a quienes hacen negocios, sino que reemplazará a quienes no sepan usarla estratégicamente. El futuro ya no pertenece al más grande, sino al más inteligente. Y esta inteligencia, hoy, se entrena con datos, visión y propósito.