Para potenciar los talentos es necesario crear ambientes óptimos para explotar las capacidades, implantar una cultura donde sea socialmente aceptado el crear y equivocarse, informarse de las últimas tendencias, evitar la monotonía de la rutina, recurrir más a la intuición y lo emocional y, por último, reconocer esfuerzos.
Asoman cosas interesantes cuando te adentras en el talento como concepto, que viene específicamente de talaton; palabra de origen griego que hacía referencia a la unidad monetaria más alta de la Antigua Grecia. Equivalía a 26 kilogramos de plata, cuyo valor era de seis mil dracmas, en tiempos donde el salario promedio equivalía a solo uno. En lo que a habilidades se refiere, ser alguien talentoso siempre significa prosperidad.
Otros aspectos interesantes son definiciones especiales, originadas mayormente desde la psicología y luego por el ámbito empresarial. Son tres clasificaciones que se miden gradualmente y que dotan de espontaneidad su desarrollo en el tiempo.
El primero es el talento natural. Una habilidad intrínseca de la persona, sin la necesidad de haber trabajado en algo para su progreso. Todos conocimos alguna vez a una persona de la cual no supimos explicarnos cómo lograba eso que hacía, pese a que incluso nosotros hiciéramos lo mismo. En el último tiempo he conocido el trabajo de grafiteros y guardo mucho respeto por su sentido artístico, estético, urbano y contemporáneo.
En segundo lugar, se encuentra el talento potencial, que tal como sugiere su nombre, fomenta algo que se ha perfeccionado. Su esencia se basa en el desarrollo, en el entrenamiento, en el pulir, pero también en que todo suele ser parte de una evolución. Ya sea desde un talento natural o de un proceso adquirido. Si vuelvo a los grafiteros, me imagino uno con años de experiencia, de ensayo y error, que entiende el camino como una expresión proveniente de la misma esencia con que hizo su primer mural.
Y en tercer lugar se encuentra el de alto rendimiento. Quizás el talento menos habitual, el más elitario, porque sitúa a ciertas personas muy por encima de la media. Una virtud que no sólo favorece al talentoso, sino que también al resto, pues su actividad es capaz de inspirar y guiar a otros para hacer lo mismo. Un grafitero con reconocimientos internacionales, un cantante cuya voz se distingue en todo el mundo, una escritora traducida a varios idiomas, un deportista con medallas en los Juegos Olímpicos.
¿Recuerdas a alguien talentoso en este minuto? ¿Qué crees que lo distingue para ser así? Un aspecto valioso de la vida es conocer distintos talentos por los cuales sentir respeto, aprecio y admiración, entendiendo que lo suyo es también un insumo del oficio, sector o rubro en que se desarrollan. Sin ellos, gran parte de la actividad no existiría y, de cierta forma, tampoco una parte de nosotros. Y en ese sentido, asoma una pregunta. ¿Fomentamos buenos climas para que esos talentos se desarrollen? ¿Sea cual sea, general o bajo las tres clasificaciones anteriores? ¿Lo tengamos nosotros o el resto?
A mi juicio, para lograr potenciar todos estos tipos de talento, es necesario crear ambientes óptimos para explotar las capacidades, implantar una cultura donde sea socialmente aceptado el crear y equivocarse, informarse de las últimas tendencias de las disciplinas en cuestión, evitar la monotonía de la rutina, recurrir más a la intuición y lo emocional y, por último, reconocer esfuerzos, pues hasta el más consagrado de los exponentes agradece un reconocimiento.