Cuando se construyó el edificio del Servicio Nacional de Aduanas, con su emblemática torre, frente al muelle Prat, y al poco tiempo se levantó la torre de Ferrocarriles en la estación Puerto, daba la impresión de que ambas edificaciones representaban una verdadera puerta de entrada al país. Y efectivamente, para el tiempo en que se terminaron ambas edificaciones, Valparaíso era la principal conexión entre Chile y el mundo y, por tanto, la mayoría de los inmigrantes llegaron a través de esta ciudad puerto.
El puerto de Valparaíso, desde los tiempos coloniales, era la principal entrada y salida del país, puesto que su cercanía con Santiago hacía que esta bahía fuese el lugar de circulación de personas que entraban y salían de la gobernación, ya fuese rumbo al Callao o hacia la península ibérica.
Durante el primer siglo de vida republicana, dicha figura se intensificó en cuanto a que la ciudad puerto —ahora, un emporio comercial emergente y próspero— se transformó en la primera cara visible para casi todos lo que arribaban al país en busca de mejores oportunidades o desafíos.
La apertura del Canal de Panamá, a diferencia de lo que muchos creen, fue una gran oportunidad para el transporte de pasajeros, puesto que se acortó considerablemente la distancia de Valparaíso con los puertos de la costa este de los Estados Unidos y también con los de Europa. Incluso, no solo se benefició el transporte de pasajeros, sino que posibilitó el surgimiento de nuevos negocios, como la exportación de fruta a los mercados ya referidos.
Precisamente, cuando se construyeron los edificios del Servicio Nacional de Aduanas, en 1936, y el de la estación Puerto, en 1937, se seguía considerando a Valparaíso, y específicamente al muelle Prat, como la puerta de Chile, y en realidad, así por las siguientes dos décadas.
Sin embargo, el auge de la navegación aérea significó que el aeródromo Los Cerrillos, en Santiago, comenzara a crecer en importancia en la década de 1950, y cuando se inauguró el aeropuerto Pudahuel en 1967, Santiago se transformó en la nueva puerta del país. Y si bien el transporte de pasajeros por Valparaíso se mantuvo por algún tiempo, finalmente terminó por desaparecer a principios de la década de 1980, cuando los buques “Santa”, pertenecientes a la naviera Grace Line, aunque últimamente operados por Delta Line, dejaron de incursionar en el Pacífico Sur con sus servicios regulares de carga y pasajeros.
En los tiempos actuales, la industria de cruceros ha significado una oportunidad para Valparaíso, con la posibilidad real de transformarse nuevamente en la puerta del país, aunque ahora desde otra perspectiva.
Desde hace tres décadas comenzó a crecer el arribo de naves de pasajeros, a tal punto que, hacia 2017, el panorama se veía muy próspero. Pero lamentablemente, una huelga golpeó fuertemente al puerto y la mayoría de las líneas que operaban en Valparaíso decidieron migrar a San Antonio.
Tras este duro golpe vino otro mayor, la pandemia, y el efecto fue desastroso para toda la industria de cruceros a nivel global. Ahora, en el verano pasado, ya se visualizaba una pequeña recuperación en Valparaíso, lo que se confirmó hace pocos días cuando se anunció el arribo de treinta y tres naves para la temporada 2022-2023, número que abre muchas ilusiones para recuperar a la ciudad puerto patrimonial como puerta turística de Chile. Ojalá que las autoridades y el mundo privado aprovechen y cuiden esta nueva oportunidad.