El paisaje es uno de los recursos naturales cada vez más valiosos y escasos, no solo porque es vulnerable a la degradación y de difícil recuperación; sino porque hoy entendemos que tiene un fuerte impacto en nuestro bienestar y sentido de pertenencia. Los pueblos ancestrales, parece lo comprendieron desde muy temprano y Emily Kan plasmó esta sabiduría con extraordinaria destreza en cada uno de sus lienzos.
Emily Kame Kngwarraye, nacida alrededor de 1914 en Alhalker, Utopia, Australia, fue un miembro destacado del pueblo Anmatyerr, originario de las remotas tierras desérticas del Territorio del Norte. Su primera pintura, Emu Woman, debutó en la exposición colectiva A Summer Project: Utopia Women’s Paintings celebrada en la SH Ervin Gallery, Sydney (1989).
Las pinturas de Emily, se caracterizan por pinceladas superpuestas, que dan cuenta de la vitalidad y el ritmo del mundo natural, logrando reflejar una naturaleza dinámica y vibrante, representando animales y características geológicas que formaron los ecosistemas desérticos que habitaba. Pero fueron las plantas con sus elaborados sistemas de tubérculos subterráneos, sus enredaderas entrecruzadas y sus flores amarillas, las más frecuentemente retratadas.
Su obra se inspiró incisivamente en su herencia, la espiritualidad Anmatyerr y los paisajes circundantes, nutriéndose de una cosmovisión cultural integral que organiza y narra las relaciones entre individuos, historias ancestrales y futuros descendientes. Sin embargo, lo que aún no pareciera comprenderse, es que sus pinturas, intrínsecamente inspiradas, reflejan la ecología y la cultura heredada de sus tierras. Porque lo que Emily Kam pintó fue su territorio, su país ancestral.
Kngwarraye, falleció a los 82 años (1996) en Mparntwe/Alice Springs, Australia. Y aunque fue artista ya mayor, fue tremendamente prolífica, con una producción estimada de tres mil pinturas en un período de ocho años. En 1997 fue representada póstumamente en la 47.ª Bienal de Venecia y en el 2017 su pintura Earth’s Creation I, (1994), se vendió por 2,1 millones de dólares. Por lejos el precio de subasta más alto alcanzado por una artista australiana. Sus obras se encuentran en colecciones privadas y en las de diversos museos. En 2024 se exhibió una impresionante retrospectiva de su trabajo en la Galería Nacional de Australia y hoy se encuentra en la Tate Modern de Londres hasta enero 2026.